
Pero
la historia China se parece un poco a la de Al-Andalus ya que fluctúa
continuamente entre periodos de unidad y división política, a pesar
de tener una misma cultura e idénticas raíces. Dando
un salto en el tiempo para situarnos en la época que nos interesa
llegamos a un periodo llamado de los reinos combatientes, que comenzó
hacia el s.V a.C. Con la formación de 7 grandes reinos, producto de
la división de esa primitiva civilización fluvial , que hacían
precisamente eso, combatir entre si por el poder y la legitimidad.
Durante
este periodo se constituyó la cultura china en muchos de sus
aspectos esenciales. Proliferaron las escuelas de caligrafía , el
confucionismo y el taoismo. El permanente estado de guerra, hizo que
los ejércitos y las armas avanzasen de un modo espectacular así
como las estructuras defensivas y la artesanía.

Ese
líder nació un día del 259 a.C. Con el nombre de príncipe Zheng.
A los 12 años subió al trono de Qin y los 21 asumió el poder
efectivo del reino. Desde el principio se entregó por completo al
gran objetivo que se había propuesto en la vida : conquistar todo
bajo el cielo.
Casi
todo lo que se sabe de la vida y personalidad de Zheng, ha sido
extraido de una crónica china escrita doscientos años después de
su muerte , por lo que no hay mucha información al respecto.
Pero
de algo estamos seguros, era increíblemente ambicioso, vanidoso y
despótico, siendo uno de los tiranos más crueles que la humanidad
ha contemplado. Por contra era fuerte , astuto y estaba decidido a
hacer lo que hiciese falta para cumplir su sueño. Para él, el fin
siempre justificaba los medios.

En
221 a.C. La conquista estaba concluida y Zheng se autoproclamo primer
emperador de China con el nombre de Qin shi Huang, dando a entender
con este nombre el carácter casi divino de su persona.
Era
la primera vez que todas la etnias y territorios de la antigua China
se reunían bajo la égida de un solo soberano, al que ahora le
tocaba la tarea de superar los viejos rencores entre sus nuevos
súbditos y emprender una serie de reformas que constituyesen una
verdadera nación. Para esto se mostró muy capaz pese a la dureza de
sus disposiciones. Pero posiblemente, esta fuese necesaria para
llevar a buen termino su gran proyecto; comenzó prohibiendo la
posesión de armas, salvo para sus propios soldados, unificando las
medidas de peso, longitud etc..., la moneda, la escritura y
promulgando leyes draconianas iguales para todo el reino, etc.
Creó
un estado autocrático, tan centralizado como legalista, tras lo cual, emprendió
un enorme proyecto de construcciones faraónicas, como la Gran
Muralla y su propio mausoleo , para lo que empleó a millones de
esclavos que hizo a ex profeso para la ocasión, de los cuales la
mayoría perdieron la vida , dada la dureza de las condiciones de
trabajo. Su reinado debía ser memorable y como el III Reich de
Hitler, Qin Shi Huang quería que su imperio durara mil años.
No
obstante, esto no fue tarea fácil. Los impuestos estaban por las
nubes, ya que el divino emperador necesitaba dinero para llevar a
cabo todos sus designios y apoyado en el ejército, él y sus
consejeros gobernaban a través del miedo. El Estado, también pasó
a regular todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos imponiendo
castigos ejemplares para aquellos que transcribiesen las leyes. Los
intelectuales y los confucianos fueron perseguidos y ejecutados,
acusados de secesión y como era de esperar ,se produjeron revueltas
que fueron rápida y despiadadamente sofocados.
En
sus últimos años el emperador chocheaba y el miedo que sentía por
la muerte le fue enloqueciendo progresivamente rodeándose de brujos y
alquimistas que le prometían la vida eterna. Parece ser que no la
encontró pues a pesar de haberse proclamado dios en vida , murió
como los demás en 210 a.C. A la edad de 50 años. Fue enterrado en
la épica tumba que se hizo construir y que todo un ejército de
guerreros de terracota custodiaría para toda la eternidad.
Cuatro
años después su hijo y sucesor estaba muerto y la dinastía acabada
, pero la nación China con la que había soñado se perpetuó hasta nuestros días.