Una vez, un editor norteamericano, le dijo a un joven Montanelli, que fuera lo que fuese aquello que dijese, "pudiera ser entendido hasta por un lechero de Ohio". Esta máxima, la utilizó de por vida, lo cual mezclado con su talento único para la divulgación, hicieron de el uno de los grandes hombres del siglo XX.
Indro Montanelli nació en Fucecchio, un pequeño pueblo cercano a Florencia en 1909. Pertenecía a una familia acomodada , de largo ascendiente en la región. Ya desde muy joven destacó por su brillantez en los estudios y por la avidez con que devoraba los libros de historia y humanidades. Era un chico demasiado alto y rubio para ser italiano y tenía unos ojos, que Tiziana Albate describe como “sus dos focos azules”.Hablaba perfectamente inglés, francés, español y alemán. Poseía una amplísima cultura, siendo además muy gentil y caballeresco, pero con cierta propensión a la ironía y al sarcasmo. En su personalidad se entremezclaban un apego nostálgico para las antiguas tradiciones y un realismo capaz de aceptar y contribuir a un progreso que tenía el don de pronosticar.
Siempre afirmó, que desde que había podido pensar, "había querido ser periodista", pero por insistencia de su padre cursó los estudios de derecho en la prestigiosa universidad de Bolonia. A la sazón, el régimen de Mussolini estaba en su apogeo, y la atractiva apariencia del fascismo italiano para la juventud era tan irresistible ,que consiguió cautivar también al joven Montanelli, que, apenas acabados sus estudios jurídicos corrió a ejercer su verdadera vocación en pequeños diarios italianos como un fascista convencido.Gracias a su gran don de gentes, se granjeó numerosos amigos bien situados, tanto en la cúpula del poder político, como en el mundo periodístico e intelectual , llegando incluso a mantener correspondencia con el famosísimo escritor británico Rudyard Kipling.
Poco después, y durante el turbulento periodo de entreguerras, ejerció como corresponsal por toda Europa, desde Finlandia, donde se hizo gran amigo del mariscal Mannerheim, hasta la guerra civil española donde entrevisto a Franco por primera vez y donde sus ideales fascistas se empezaron a derrumbar al comprobar a donde habrían de conducir. Durante su continuo y gran periplo por el mundo, estuvo destacado también en norteamérica. Allí pudo observar en primera persona el modelo de vida y sociedad estadounidense, y por supuesto no perdió la oportunidad de entrevistar al magnate Henry Ford. No obstante, poco después, y estando aun en Nueva York le llegó la noticia de que Italia había invadido Abisinia, ante lo cual reaccionó rápidamente, tornando la pluma por el fusil y partiendo voluntario al frente.
Tras una breve y desastrosa experiencia militar, regresó a Italia, donde hecho ya un hombre maduro, y habiendo visto el mundo muy de cerca, abandonó definitivamente el fascismo, pasando a convertirse en un creciente opositor a este. A su vez, también se estableció definitivamente entre la élite social e intelectual italiana además de poseer muy buenas relaciones con las del resto de Europa, pues en su calidad de periodista debía estar siempre informado de todo pero sin los medios de ahora.
Poco antes de estrallar la segunda guerra mundial, entro a trabajar para il corriere della sera, el periódico más importante de Italia, que le envió como corresponsal a Berlin inmediatamente después del ataque alemán a Polonia en 1939. Y fue en medio de una interminable columna de blindados, donde tuvo la oportunidad única de entrevistar a Hitler.
A lo largo de los siguientes años, estuvo en todos lo frentes, narrando de primera mano los vaivenes de la guerra y conociendo a sus protagonistas, no obstante, perfilandose ya el fin del eje, y dada su opisición a este, fue capturado por los alemanes en el norte de Italia y condenado a muerte por un tribunal militar. Se salvó gracias a la mediación de un obispo amigo suyo y por la creciente repulsa pública que causaba su sentencia. Dijo una vez mientras estaba en Suecia durante la invasión alemana, que teniendo que elegir entre ser un periodista y un caballero, prefería lo segundo, y que si no podía decir la verdad, prefería no decir nada.
Acabada la guerra, se dedicó a viajar de nuevo, pudiendo observar los rápidos cambios del mundo y entrevistando entre otros, a personajes como Churchill, Nasser, Eisenhower y Salazar además de haber podido conversar ampliamente con varios pontífices, uno de los cuales fue Juan Pablo II. Sus aventuras, le llevaron desde sudamérica a Israel pasando por Japón. Una vez de regreso a Roma, decidió entar en política, en parte, para impedir que triunfase en Italia el comunismo soviético, al cual se oponía firmemente, especialmente después de haber visto con sus propios ojos la masacre que los rusos hicieron de sus camaradas en la revuelta de Budapest de 1956.
Durante la décadas de los 50 y los 60 es cuando compuso sus mayores obras literarias , entre las que se encuentran su Historia de Roma y su Historia de los griegos, además de diversas obras teatrales y novelas, alguna de las cuales llevada al cine , y que junto a sus miles de artículos periodísticos , le convirtieron en un autor increiblemente prolífico.
Ya en su vejez , recibió uno de los mayores desastres profesionales y morales de su carrera , fue despedido del corriere della sera a causa de desavenencias políticas con los nuevos directores y debido también a la enorme envidia que suscitaba entre muchos de sus colegas por el grandisimo prestigio de que gozaba, y que ya no lo abandonaría jamás. Decidió pues, fundar su propio períodico Il journale ,donde podría escribir sin presiones políticas , defendiendo siempre la libertad de expresión y la objetividad periodística, aunque el mismo reconocía tomar parte por tal o cual partido siempre que considerase que la gravedad de la situación lo requisiese. Pronto, Il journale se hizo tan popular, que le hizo sombra al propio corriere.
Se autodefinió como un anarco-conservador pues “ Las ideas cambian, pero los principios permanecen”. Rechazó el cargo de senador vitalicio de la república italiana y siempre fue muy reservado con su vida privada.
Murió en 2001, a los 92 años, tras haber vivido una de las vidas más maravillosas que ningún hombre pueda tener.