7 de agosto de 2014

El espíritu de Tiberio Graco

Lamentablemente tener principios no está de moda y mucho menos tener el valor de luchar por demás. En la lamentable situación moral y económica que vivimos (sobre todo en España), no puedo dejar de ver similitudes con el pasado, y si este nos puede mostrar las causas y los porqués  de los problemas, también un buen ojo puede intuir las soluciones. Tiberio Sempronio Graco es un hombre olvidado, o mejor dicho, un hombre que nunca fue recordado, y quizá, si lo honrásemos como es debido y dejásemos que su persona nos inspirara, puede que nos fuese bastante mejor.

Por nacimiento Tiberio era un aristócrata, de la más alta cuna además, valiente, capaz y muy idealista, no necesitó ponerse gafas para ver bien la miseria en que los latifundistas habían sumido al antiguo campesinado romano, y no pudo dejar de sentir asco viendo la frialdad con que el senado despreciaba al pueblo que se suponía debía proteger. A priori uno puede preguntarse, qué llevó a un joven aristócrata, rico, guapo y con un futuro que se lo deparaba todo a sacrificarse por proteger a los más débiles. Bueno, desde su época, los cronistas y los cínicos no han podido dejar de ver su ambición y su interés en hacerse con poder, pero toda esa gente subestima el espíritu humano, por que a veces, muy de vez en cuando, si que hay gente a quien le gusta dar y que tiene sentido de la justicia, pero sin ser inocentes, el que no lo comparte tampoco lo entiende. Esta fue la maldición de Tiberio, más que no haberse hecho entender, no haber querido serlo, y pasa exactamente lo mismo hoy con quien levanta un poco la voz.

Después de haberse labrado una buena reputación militar asaltando Cartago, y apenas rozando la treintena, Tiberio entendió perfectamente el problema de base que estaba afectando a la sociedad y a la economía de la República romana. Entendió que el problema de la tierra, es el problema de la concentración de la riqueza en manos de unos pocos. Hasta el siglo II a.C., en Italia abundaban los pequeños cultivos, pequeñas fincas monofamiliares que aunque no hacían ricos a sus dueños, les permitían subsistir y hacer que por lo menos todo el mundo tuviera algo. Este panorama cambió de golpe tras la Segunda Guerra Púnica. Los vacíos de la guerra y la proliferación de los esclavos, provocó que la clase alta, terrateniente y adinerara, comenzara a expropiar o a comprar a precios ridículos todas las pequeñas parcelas, abandonando a sus suerte a sus antiguos propietarios. Literalmente fue una rapiña, frente a la cual nada podían hacer los desposeídos salvo ir a la ciudad a buscar empleo, infructuosamente claro, pues los potentes (como se llamaba a los grandes latifundistas), no solo no se conformaban con hacerse con las tierras sino que además las explotaban a golpe de esclavo, precarizando y destruyendo todo el empleo. ¿Le suena esto a alguien de algo?, como decía Marco Aurelio, "hagan lo que hagan los hombres siempre serán los mismos". El resultado fue que unos mil grandes propietarios controlaban casi toda la riqueza y la masa, los campesinos y los ciudadanos estaban desamparados y arruinados, sin ninguna esperanza.

Naturalmente el Estado vería pronto mermada sus capacidades, ya que en la República solo podían servir en el ejército quienes tuviesen un determinado patrimonio y además quienes pudieran hacer frente al costo de su equipamiento (habrá que esperar a Mario para que esto cambie), condiciones que la mayoría de ciudadanos ya no reunían ni podían reunir. La mentalidad de la época era muy similar a la de ahora, de egoísmo puro. Para los adinerados solo importaban las fiestas, las ropas, los salones y la reputación personal, el que no se hacía rico era para ellos por que era tonto. Abusar de su posición y sus privilegios no era solo una opción sino un deber. El poder bien agarrado y la conciencia de formar parte de la élite era muy patente.


Graco y su hermano Cayo, pudieron ser uno más, disfrutar de la vida, del dinero y del poder, de todos los placeres posibles, y sin embargo hicieron suya la causa de los miserables. Tiberio reunió en torno a si a un grupo de senadores con conciencia de la situación y a quienes aun les quedaban escrúpulos y se propuso solucionar la situación de una forma tan simple como contundente; elaborar una ley que prohibiese que una sola persona pudiese acaparar demasiada riqueza limitando el tamaño de las parcelas de tierra, distribuyendo unas 150 hectáreas entre todos los ciudadanos sin patrimonio a la vez que mediante un pequeñísimo impuesto se garantizaba una clase media de contribuyentes solventes a las arcas públicas. Un simple caso de redistribución de la riqueza. Los economistas modernos comparan este tipo de situaciones con una pirámide. Cuando toda la riqueza está en la punta malo, por que deja de haber base, pero si la base es firme la punta se mantiene en su sitio. Si me permitís la liberalidad, yo, seguramente igual que Tiberio, pienso que la riqueza no es algo negativo, es más debe de haber ricos, pues todo el mundo tiene derecho a enriquecerse, no solo por justicia sino como un incentivo, sin embargo el problema está en el abuso, abuso que se da siempre que hay muchos muy ricos, por que significa que todos los recursos no vuelven a la base.

Lo que sucede en la actualidad (y que haría a Tiberio montar en cólera), es que las grandes empresas prefieren maximizar su beneficio desproporcionadamente y repartir dividendos aun a costa de despedir a miles de personas, de no crear empleo, de no pagar impuestos. Al final, aunque no tengamos tierras, acabamos en la misma situación que los campesinos romanos del siglo II a.C., abandonados por las autoridades, sin poder consumir, y con todo el capital estancado en las mismas manos, lo que acaba generando inestabilidad. La historia nos enseña a que el poder usado con responsabilidad es duradero, un mensaje que vemos que nunca cala.

El caso es que la reforma agraria de Tiberio se vio inmediatamente con la oposición de la clase senatorial y equestre que veían peligrar su estatus. Tras un año de agitación, y a pesar de que Tiberio ocupaba el cargo de Tribuno de la plebe, y que por lo tanto era inviolable, un grupo de Senadores lo mataron a golpes junto a otros varios cientos de partidarios y tiraron su cadáver al río. Su hermano Cayo trató de proseguir su labor pero sufrió el mismo destino, es más, su cabeza fue cortada y rellanada de plomo, ya que se decretó que "valía su peso en oro".

De este modo el problema económico y social se fue agravando, lo que acabó en casi 100 años de matanzas y guerras civiles, y Julio César vino a concluir la labor de Tiberio y le puso punto y final a un sistema político y social que agonizaba y que se había autodestruido por avaricia y crueldad. Creo que todos deberíamos hacer memoria, unos para aprender de nuestros errores, y otros para tener la audacia de luchar por lo que es justo, y mejor o peor, dejemos que el espíritu de Tiberio, que como Robespierre, ilumine también nuestro presente y nuestro futuro.

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25 de julio de 2014

Los tiempos de Carlomagno

Como de costumbre, me gusta compartir todo lo que a parte de ser bueno, es útil, y si además con ello consigo arrastrar a alguien al noble arte de pensar mucho mejor. Últimamente he tenido muchos problemas a la hora de subir vídeos y documentales porque youtube tiene la mala costumbre de borrarlos periódicamente, pero pese a todo sigo haciendo el esfuerzo y no voy a dejar pasar la oportunidad de acercar la historia a los curiosos, ya que de vez en cuando, hay documentales tan buenos como buenos libros.


El mejor que he visto nunca (y uno de los pocos que hay) sobre la época carolingia, es uno titulado "los tiempos de Carlomagno". A parte de lo increíblemente bien hecho que está, no solo no nos cuenta la historia desde el tipico punto de vista eurocéntrico, sino que nos muestra, a vista de pájaro, las complejidades de los siglos VIII y IX desde Sajonia hasta China. Si bien la figura de Carlomagno es el hilo conductor, en una hora y media, vamos a entender mucho mejor la relación entre la Europa cristiana y el Islam antes de las cruzadas, y veremos un buen dibujo del mundo mediterraneo tras la desaparición del imperio romano, desde el punto de vista político, social y religioso. Espero que de entre todas las cosas que he subido, nadie se pierda esta porque de largo, es una de las mejores.

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21 de julio de 2014

La delgada linea roja

Hoy voy a hacer de crítico cinematográfico, un tipo de gente peligrosa, por que a veces sus demoledoras opiniones pueden condicionar nuestra forma de ver y entender, sin dejar de recordar que Picasso no hacía distinción entre tontos y críticos de arte (aunque otras veces tienen más razón que un santo), así que allá vamos. En 1962 un veterano de la batalla de Guadalcanal, James Jones, escribía una novel titulada "La delgada linea roja"(The thing red line), basada en su experiencia y sus memorias de la guerra. Este libro, sirvió para que Terrence Malick adaptase la novela a una película homónima en 1998. Creo que la mejor definición que se le ha dado, proviene de un crítico de cine que la calificó como "una obra maestra del cine bélico y antibélico".

Para poder comprender mejor la obra debemos saber algo sobre su creador, ya que Malick es un auténtico genio. Filósofo de formación y artista de profesión, es maestro en darle a sus obras una profundidad asombrosa. Digamos que no hace cine para tontos. La delgada linea roja es una película sublime, pero hay que estar muy atentos por que cuesta entender todos sus matices. No hay ninguna frase pronunciada en balde ni ningún momento donde nuestra mente pueda dejar de aplicar todos sus sentidos. Las reflexiones que nos deja son de mucho calado y seguramente nos hará falta ver el film varias veces para poder comprender la plenitud y el difícil sentido de unidad y coherencia que tiene el argumento. A cambio, uno hallará una ventana abierta a la mente, el alma y el corazón humano, todo a la vez, una tarea titánica que no deja pasar a nadie desapercibido.

La historia en esencia nos muestra principalmente escenas de guerra (a menudo muy duras) en el marco de la batalla de Guadalcanal (1942), a través de varios personajes que cumplen el rol de coprotagonistas. Una de las cosas más destacables resulta el hecho de que el guión no sigue la clásica estructura simplista de tres partes: presentación, nudo y desenlace, pues no encontrará ninguna de ellas. La gracia consiste en que la historia nos lleva a un plano superior, más centrada en los sentimientos que en los hechos, que a menudo resultan algo difíciles de situar espacio-temporalmente. Otra característica importante es el rol que juegan los numerosos actores que participan. Como señalé antes, no se puede hablan con propiedad de un protagonista, ya que la carga dramática descansa sobre los hombros de muchos, cada uno con diferentes formas de ver la vida y de afrontar su presente y su futuro. Sin embargo si existe un personaje central, aglutinador, ese es el soldado Witt, interpretado asombrosamente por Jim Caviezel, que comprende a la perfección el sentido de la película y el papel que desempeña en ella, y le transmite a su personaje una fuerza sobrecogedora.

Nick Nolte tampoco se queda rezagado y saca lo mejor que tiene y el siempre grande Sean Penn, representando el lado oscuro del alma, junto con Caviezel su opuesto, hacen una de las parejas más afortunadas de toda la historia del cine. Junto a ellos actúa un elenco de actores famosos impresionante para una obra de este tipo, por citar algunos; Adrien Brody, John travolta, John Cusack, Woody Harrelson etc... incluso George Clooney hace un cameo al final. Sin duda la aportación de tanto talento junto acaba de funcionar de una forma sinergética. En vez de ver grandes actores en el papel de estrellas a los que nos tienen acostumbrados, actúan con mucha humildad, en roles donde nunca esperaríamos verles, incluso rozando papeles secundarios o meros cameos, pero que como gota de aguas, todas juntas acaban por formar un torrente, ¡y vaya que torrente!.

Si todas las alabanzas anteriores ya pueden despertar la curiosidad de algunos o el recelo de otros, aun iré un paso más allá, ya que a este equipo de lujo se sumó Hans Zimmer en la banda sonora. El resultado fue algo a lo que el bueno de Hans nos tiene muy acostumbrados; obra maestra. Se produce otro de esos raros momentos en los que la música va como anillo al dedo, esos momentos donde nos sería imposible imaginar otra banda sonora mejor o dejar de asociar el título a la melodía. Simplemente preciosa.

La verdad es que las reflexiones filosóficas son difíciles de extraer, incluso subjetivas, pero así es el ser humano. Muchos hombres en el cuerpo de uno solo. Tampoco es una película histórica propiamente dicha. Más bien diría que es ambientada. La recreación de equipos y materiales es muy buena, pero el que espere revivir la guerra del pacífico va desencaminado. La acción está siempre subordinada a la emoción y es algo que no debemos olvidar. Puede que incluso en ciertos momentos nos pueda abrumar, y nuestra atención se relaje, pero no me cabe duda alguna, de que después de verla, todos nos conoceremos un poco mejor a nosotros mismos. Lástima que de los siete Oscars a los que estuvo nominada no se llevase ninguno. Pero desgraciadamente hoy pesan más los buenos resultados a las buenas ideas, incluso en el cine.

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26 de junio de 2014

Iustinianus et renovatio imperii romanorum

Cuando alguien me pregunta algo relativo a la caída del imperio romano, nunca me canso de repetir que por muy bonito que quede, y por mucho que diga la historiografía, el Impero Romano no "cayó" en el año 476.Y digo esto por que lo que se perdieron fueron la mayoría de las provincias occidentales (y no definitivamente), pero el imperio continuó existiendo mucho, mucho tiempo más, y alcanzando todavía cotas insospechadas de gloria y victoria. Por ello quiero hablar sobre el periodo más esplendoroso que la parte oriental del imperio conocería nunca, de la mano de su más famoso emperador, Justiniano.

El siglo V fue un siglo terrible en casi todas partes, especialmente en Europa. Existen en la actualidad muchas teorías sobre qué es lo que pudo ocurrir exactamente y qué fue lo que empujó a migraciones masivas de tribus nómadas y seminómadas desde las estepas mongolas hasta el Rin. Algunos autores hablan de una pequeña glaciación que recrudeció los inviernos, otros defienden que fue algún tipo de efecto dominó que unas tribus ejercían sobre otras provocando éxodos masivos, puede que sea un poco de todo, pero de lo que estamos seguros es de que no solo el imperio romano sufrió las consecuencias, ya que todos los reinos y Estados más o menos estables se vieron sacudidos por el empuje de feroces jinetes procedentes de Asia Central. China, la Pérsia sasánida o Roma tuvieron no pocas dificultades para superar la crisis, sin embargo a Roma le iban a tocar las peores cartas e iba a salir peor parada que los demás, debido en gran parte a la geografía.

Efectivamente el imperio romano no contaba con los tan infranqueables como áridos desiertos persas, ni formaba una civilización fluvial, compacta y homogénea como la china que aunque no cuenta con barreras naturales por el norte, si que tiene la cordillera del Himalaya al oeste y al sur, por donde no se la molestaba demasiado, pero en cambio Roma conformaba el mas vasto imperio del planeta, y su ejército tenía que montar guardia en 3 continentes, en la práctica asediado por tribus o reinos hostiles. Lo único que separaba la civilización de la barbarie eran tres ríos que hacían las veces de barrera o limes al imperio, el Rin y el Danubio en Europa y el Éufrates en Siria (ya que el desierto del Sahara lo acotaba por el sur), una frontera a todas luces excesiva para una defensa prolongada, con los recursos y la logística de hace dos mil años.

Fue poco después de que Italia cayese en manos de los hérulos y de que se depusiese formalmente al último emperador de occidente, que nacía en Tracia, en el seno de una familia de campesinos pobres un niño de nombre Pedro. En aquel momento toda la zona de los Balcanes era un caos como la mayoría de Europa. Cien años de invasiones ininterrumpidas y la todavía caliente estela de los hunos de Atila, habían devastado todo el área en torno al Danubio. La gente que aun vivía allí, había resistido todos los tipos de penalidades posibles, saqueos, incursiones, a los hunos, y para colmo la despiadada codicia de la administración tributaria imperial, que no pocas veces causaba más estragos a la gente que los propios bárbaros. El mal gobierno es la peor de todas las calamidades. Los pobres tracios entre los que se crió Pedro solo tenían para ofrecer y compartir con los jóvenes el miedo, la miseria, un tristísimo pasado y la promesa de más males venideros.

Pese a todo, en el resto de las provincias orientales las cosas no estaban tan mal. A salvo de las razzias, Siria y Egipto eran prósperos motores comerciales e intelectuales y por supuesto quedaba la capital, Constantinopla, la mayor y más hermosa ciudad del mundo, centro político y religioso del imperio, hacia el que se dirigían todas las miradas. Así que Pedro hizo lo mismo que hacen todos los jóvenes cuando su tierra nada tiene que ofrecerles, emigró, pero tuvo la suerte que a tantos les faltaba, ya que su tío materno Justino, había alcanzado un rango importante en el ejército y ocupaba una buena posición en la corte del emperador Anastasio, lo que le abrió a su sobrino la oportunidad de darse una buena educación y le colaba en la alta sociedad. Como podemos imaginarnos, a Pedro no le hizo ninguna falta que le dieran un par de capones para que se pusiera a estudiar. Aunque no era apuesto, tenía cualidades excelentes; inteligencia, perseverancia, ambición y un talento sobresaliente para la administración (hubiera sido un excelente opositor a notarias,) y además era una persona muy austera (hasta lo tacaño según para que cosas), introvertido (lo suficiente para que los demás jóvenes le apodasen "abuelito" o "eminencia gris") y religioso (hasta hacerle sombra al mismo papa). No se le conocían vicios, no bebía, no organizaba fiestas o banquetes ni participaba en ellos, tampoco gustaba de espectáculos ni de los burdeles como todos los jóvenes ricos de la corte, cuya vida transcurría entre el hipódromo, la taberna y el burdel (en esencia todo sigue siendo igual en nuestros tiempos pero en vez de caballos ahora se usan pelotas).

No tardó mucho en hacerse la mano derecha de su tío, y muchos autores consideran a Pedro como la mano en la sombra que consiguió que a la muerte de Anastasio, el analfabeto de Justino subiese al trono. Es ahora cuando este antiguo campesino, cambió su nombre por el de Justiniano y de una forma indirecta se asoció al trono imperial, pues aunque no fuese oficial, era un secreto a voces que era el sucesor de Justino. Lo más destacable de este periodo de su vida fue haberse enamorado sorpresiva y apasionadamente de una antigua prostituta del circo, Teodora. Procopio de Cesárea en su "historia secreta" nos cuenta algunos datos sobre Teodora relativamente fiables, como que era la hija de un domador de osos, que había viajado notablemente y que gozaba de cierta fama como ramera. Naturalmente, que un hombre como Justiniano se hubiese juntado con una mujer así, primero causó estupor (dado el carácter carca y neocon de este) y luego escándalo. Sin embargo y aunque parezca raro, aun sin educación, Teodora se mostró una mujer sumamente digna de su marido y capaz de estar a la altura de la posición de la esperaba. La verdad es que formaron muy buena pareja donde Teodorá recibió como dote una corona y como recompensa le aportó a su marido la inteligencia y la audacia política que a él le faltaban.

La mejor prueba del afecto y la confianza que Justiniano depositó en su esposa se pudo ver el día del año 527 en el que murió Justino y ambos ascendieron al trono, pues en una ceremonia sin precedentes en la historia del imperio romano, se coronaba como "Augusta" a una mujer con la misma dignidad y a la par que a su marido el emperador. Esto no era pura propaganda, pues inmediatamente Teodora se rodeó de guardias, sirvientes, eunucos y espías y comenzó a ejercer el poder con libertad y autoridad.Justino nunca había sido un hombre popular, ni amado ni odiado, pero la popularidad de Justiniano era pésima y estaba por los suelos al inicio de su reinado (realmente siempre estuvo por los suelos. tanto que me recuerda a la popularidad de Zapatero al final de su segundo mandato) debido principalmente a los excesivos tributos y al carácter antipático del nuevo emperador (un Montoro o un Wert pero con pelo). Lo único que faltaba para que hubiese una revuelta era una pequeña chispa que no tardó mucho en producirse a raíz de una carrera de caballos en el hipódromo. Allí había dos facciones enemistadas mortalmente; los azules y los verdes (que eran el Madrid y el Barça de la época), y aquel día después de una tumultuosa riña de hooligans borrachos decidieron que todo era culpa del emperador y se unieron para provocar disturbios al grito de Niké (victoria en griego).

Después de quemar media ciudad, llegaron hasta las mismísimas puertas del palacio. Justiniano y sus consejeros decidieron que tras el fracaso de la policía era el momento de dejar la ciudad, cruzar al otro lado del bósforo y reunir tropas, pero en aquel momento Teodora tomó la palabra y en un alarde de valor dijo "vete tu si quieres, pero para mí la púrpura es un hermoso sudario", traducido al lenguaje vulgar significa que prefiere la muerte antes que renunciar a su posición y escapar. Justiniano y los demás se debieron de sentir realmente humillados pues una mujer estaba siendo mucho más hombre que todos juntos (imaginémonos el machismo de la época) y rectificaron su postura eligiendo quedarse hasta el final. Sin perder tiempo Teodora llamó a un joven oficial de las tropas del palacio llamado Belisario y le confió la complicada misión de restablecer el orden en la ciudad. Belisario se debía parecer mucho al Napoleón que con 25 años aplastó la revuelta realista en París, y como él, lo primero que hizo fue reunir a sus dispersas fuerzas y atacar en vez de esperar a que la indisciplinada turba tomase alguna iniciativa. Con poco menos de mil hombres atacó el hipódromo (epicentro de los insurgentes) bloqueó los accesos y provocó una matanza donde treinta mil personas perdieron la vida. Sin misericordia, sin piedad, los cadáveres formaron verdaderas montañas,con lo que el peligro desapareció al fin, aunque los daños en la ciudad eran graves.

Para Belisario este éxito supuso el comienzo de su ventura y de su desgracia al mismo tiempo, pues a la vez que se había ganado a pulso la gratitud del emperador y la fama de gran general, se había convertido en un rival potencial, y su fama amenazaba con eclipsar la del propio Justiniano que nunca fue un hombre de armas (los emperadores romanos siempre temieron de que generales victoriosos les usurpasen el trono y su historia está salpicada de ejemplos). Una vez asentada su posición y asegurado su poder, Justiniano tenía que hacer frente a graves problemas, el primero de ello el de repeler los ataques y garantizar la seguridad en las fronteras del imperio. Sin embargo en su mente había una idea rondando, idea que compartían muchos otros miembros de su gobierno, y era la posibilidad de restaurar el antiguo imperio romano, recuperar las provincias perdidas durante el último siglo y volver a hacer del Mediterraneo un mare nostrum. A este proyecto se le llamó la renovatio imperii y a priori no era una idea tan descabellada como nos puede parecer, pero el imperio no tenía la capacidad que los nostálgicos querían atribuirle, pues aunque las ciudades y el comercio eran prósperos, la gente vivía al límite y el ejército era muy débil. Las legiones romanas eran ya un recuerdo del pasado.

Los soldados de Justiniano iban armados con armaduras ligeras, muchas veces de cuero, y la mejor parte de las tropas eran mercenarios germanos o eslavos cuya fidelidad dejaba mucho que desear. Tampoco los números favorecían tan grandes planes, pues como luego veremos, la escasa cantidad de tropas siempre fue un problema muy serio para los romanos orientales que se vieron a menudo incapaces de proteger sus fronteras, labor para la que confiaban más en el oro y los sobornos. Según mis cálculos el ejército romano-oriental de esta época no debía de estar compuesto por más de 100.000 soldados regulares entre tropas de guarnición y fronterizas, con algunas unidades agregadas de mercenarios adicionales, cifra absolutamente insuficiente.

Con todo, el primer paso era asegurar la frontera persa para poder tener luego las manos libres en otras partes, así que enviaron al flamante Belisario cubierto de medallas y le pusieron al frente de las operaciones contra los persas. Fue una guerra complicada, por que primero el rey Cabades y luego su hijo Cosroes fueron buenos capitanes que gobernaron bien y que causaron serias derrotas a los romanos. Tras mucho tira y afloja por parte de ambas partes y tras muchas pequeñas batallas de maniobras se llegó a un compromiso importante; los romanos se comprometían a pagar un tributo inmenso de miles de millones a los persas y esto prometían no volver a atacar a los romanos. A este acuerdo se le llamó "paz eterna", y como todas las cosas "eternas" nunca están llamadas a durar tanto como sus crédulos impulsores esperan. Fue un mal acuerdo para el imperio de Justiniano, quien tuvo que triplicar los impuestos para pagar tan indigno estipendio.

Recordando a Furio Camilo "non auro sed ferrum recuperanda est patria" la patria no se recupera con el oro sino con el hierro. Pero el hecho de que los romanos accedieran a pagar tanto demuestra que ya habían tomado la decisión de atacar otros objetivos, aunque aun no supiesen muy bien donde y cuando, o hasta dónde llegaría su aventura. Probablemente solo esperaban ocupar algunas ciudades estratégicas a los godos o a los vándalos y a lo sumo algunas islas como Sicilia.


Como fuere la suerte estaba de su parte por que tras el alud inicial, los pueblos germánicos habían establecido reinos bien definidos y dinastías consolidadas, pero que tras un tiempo de relativa estabilidad, habían comenzado las disputas y la cohesión de la que dependían se vino abajo rápidamente. El primero en demostrarlo fue el reino Vándalo del norte de África, donde gobernaba Gelimero, bisnieto del ilustre Genserico. Gelimero era hombre muy raro, poseía una buena dosis de audacia acompañada de momentos de brillantez, pero le perdían sus extravagancias y sus trastornos maniaco-depresivos. Según Procopio, que fue un testigo privilegiado de aquellos hechos al ser secretario de Belisario la cosa anduvo más o menos así; Un pariente del rey le disputó la corona y este llamó en su ayuda a los romanos, quienes encontraron un pretexto perfecto para meter las narices y acabar con la amenaza que suponía el reino vándalo. De este modo Belisario desembarcó cerca de Cartago, llevando consigo a lo más florido del ejercito y a una banda de hunos como caballería auxiliar. Tras unas victorias iniciales, Gelimero se recompuso y en Tricameron le ofreció a Belisario una batalla terrible en la que contó si hemos de creer a las fuentes (siempre algo infladas) con unos 50.000 hombres, con lo que duplicaba a los romanos.

Muy cerca estuvo la batalla del desastre, pero la muerte de un pariente de Gelimero, lo trastornó hasta tal punto que dejó de dirigir a sus tropas para llorar al muerto y naturalmente fue vencido y capturado. Así de un plumazo, Constantinopla lograba recuperar todo el norte de África, desde Libia hasta Tánger, una tierra no solo abundante sino estratégica.

Casi sin dar crédito a la hazaña, Justiniano lleno de pompa se dispuso a hacer lo mismo con el reino ostrogodo de Italia. Frente a las súplicas de la princesa Amalasunta y del Papa de Roma, que les rogaban que los liberase de la tiranía de los infieles arrianos, el emperador envió como de costumbre a Belisario, primero con la orden de tomar Sicilia y después de avanzar hasta Roma. Los desorganizados godos no fueron capaces de resistir, y entró en la ciudad en el año 538. Debió de ser un momento muy entrañable el ver como el imperio de los antiguos romanos iba cobrando forma de nuevo. Para colmo en Hispania pasó algo muy similar y el imperio logro hacerse con el control de toda la parte sur de la península, lo que volvía a hacer del Mediterraneo un lago casi por completo romano.


Pese a todo, las cosas empezaron a complicarse peligrosamente. La rápida conquista y la inmensa extensión que acababa de realizar el imperio de oriente tuvo repercusiones desastrosas en la economía y el la seguridad de las fronteras. La ingente cantidad de recursos empleados en las guerras contra vándalos y godos se tradujo en un aumento brutal de los impuestos sobre una gente ha exprimida al máximo, lo que depauperó hasta el extremo amplias zonas de Siria , Capadocia y Egipto. Para colmo en aquel momento de debilidad, el rey persa Cosroes decidió que era un buen momento para romper la "paz eterna" y atacar a los romanos que estaban desprevenidos y con las manos atadas en el sitio de Milán. Implacablemente los persas llegaron hasta la costa (lo que no había sucedido desde hacía dos siglos y medio) y arrasaron la capital de Siria, Antioquía, una de las ciudades más grandes, importantes y hermosas del imperio. Fue un desastre gigantesco que provocó un terremoto político. Apresuradamente Justiniano mandó a Belisario a contener al invasor pero ay!, este no tenía tropas y además Justiniano celoso de tantos éxitos quería verle fracasar. Llegó medio en pelotas y apenas acompañado por una escolta, barbudo y agotado a detener al gran rey de Persia. Su mera presencia los amilanó un poco, y tras haber llevado acabo unas razzias muy provechosas y aceptar un cuantioso soborno, regresaron a su tierra.

Justiniano culpó del desastre al general al que nunca apoyó lo suficiente y que pese andar falto de recursos hacía milagros con lo que tenía, y lo destituyó de sus cargos y honores para gran alegría de Teodora a quien le obsesionaba la idea de que Belisario les usurpase el poder. Para colmo una tribu de eslavos atacó Tracia y llegó a las puertas de Constantinopla (frente a cuyas murallas nada pudieron hacer). La situación era mala y por si aun no lo fuese suficiente y en cumplimiento de ese dicho que reza que todos los males aparecen todos a la vez, una gran epidemia de peste sacudió todo oriente medio y Europa. Las cifras de mortalidad que nos han llegado son terrorificas. Pereció aproximadamente un tercio de la población en la que los historiadores modernos definen como una de las peores plagas de la historia,que estuvo a punto de costarle la vida al propio emperador.



Como podemos imaginar, si a la crisis económica, política y militar le sumamos una super epidemia y una crisis demográfica, podemos hacernos una idea del panorama del siglo VI. Pero tras tantos reveses al imperio todavía le quedaron fuerzas para consolidar la conquista definitiva de Italia y para concluir una ambiciosa política urbanística basada en la construcción de magníficos monumentos y edificios públicos como la catedral de Santa Sofía. Por otro lado, otro de los hechos por los que el reinado de Justiniano se hizo más célebre, fue por la compilación del derecho romano que impulsó de la mano de su cuestor de confianza, Triboniano. Este hombre elaboró una magna compilación de todas las responsa de la época altoimpeial y unificó toda la legislación imperial vigente. Producto de su trabajo fueron el codex y las pandectas o el digesto, que junto a las instituciones forman el Corpus Iuris Civilis, que es la base de todo el derecho latino y europeo continental. Sin embargo la impopularidad de Justiniano alcanzaba a también a sus ministros y Triboniano no fue una excepción. No puedo dejar de ver una cierta similitud entre Justiniano y Mariano Rajoy. Ambos hombres impopulares que dejan que otros den la cara y a quienes poder sacrificar si se diera el caso.

No mucho después de la publicación de tan ardua labor, Teodora falleció, dejando a su marido más solo y gris que nunca, encerrado cada vez más en lecturas teológicas y más dispuesto a atender disputas religiosas que problemas acuciantes. Belisario fue redimido pero tampoco él sobrevivió demasiado tiempo ya que el gran héroe falleció después de Teodora.

Al final del reinado de Justiniano la situación estaba tranquila en las fronteras, pero era un espejismo, la calma antes de la tempestad que se llevaría por delante todo lo logrado a costa de tanta sangre. Cuando Justiniano murió en 565 la gente no se entristeció. Se fue un hombre que nunca había sido amado y que si bien dejaba como legado una Constantinopla renovada y hermosa, y un imperio digno de los césares, también había legado mucha miseria. Las provincias nunca se recuperarían materialmente, y el ejército era incapaz de proteger las inmensas fronteras. Solo dos años después de su muerte Italia y los Balcanes estaban invadidos, los persas campando a sus anchas por Síria, y en Arabia un tal Mahoma había nacido ya, y se preparaba para convertir a su pueblo en la némesis de los bizantinos.

Si tuvieramos que hacer un balance sería el siguiente; en política interior un desastre y en exterior tremendamente afortunada que no acertada. Quizá todos los que pagaron con su sangre la ambición de Justiniano y Belisario no estén de acuerdo, pero las gestas que lograron fueron asombrosas y estuvieron a la altura de los ilustres antepasados a los que pretendieron evocar y que seguro, con gusto, los habrán recibido junto a ellos en la inmortalidad de los versos de los mejores poetas.

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17 de junio de 2014

Fabricando espadas samurai

"Una de las más antiguas máximas del bushido dice que la espada es el alma del samurai. Símbolo de fortaleza, lealtad y coraje, el sable es el arma favorita del samurai. Pero el sable, en la tradición japonesa, es algo más que un instrumento terrible, algo más que un símbolo filosófico. Es un arma mágica. Arma que puede ser benéfica o maléfica, según la personalidad del forjador y del propietario.

El sable es la prolongación de los que lo manipulan, se impregna misteriosamente de las vibraciones que emanan. Los antiguos japoneses, inspirados por la antigua religión Shinto, concebían la fabricación del sable como un trabajo de alquimia en el que la armonía interior del forjador era más importante que sus capacidades técnicas. Antes de forjar una hoja, el maestro armero pasaba varios días meditando y después se purificaba practicando abluciones de agua fría. Una vez vestido con hábitos blancos ponía manos a la obra, en las mejores condiciones interiores para crear un arma de calidad.

Masamune y Murasama eran dos hábiles armeros que vivieron a comienzos del siglo XIV. Los dos fabricaban unos sables de gran calidad. Murasama, de carácter violento, era un personaje taciturno e inquieto. Tenía la siniestra reputación de fabricar hojas temibles que empujaban a sus propietarios a entablar combates sangrientos o que, a veces, herían a los que manipulaban. Sus armas sedientas de sangre rápidamente tomaron fama de maléficas. Por el contrario Masamune era un forjador de una gran serenidad que practicaba el ritual de la purificación para forjar sus hojas. Aun hoy día son consideradas como las mejores del país.

Un hombre que quería averiguar la diferencia de calidad que existía entre ambas formas de fabricación, introdujo un sable de Murasama en la corriente del agua. Cada hoja que llevaba la corriente y que tocaba la hoja del sable fue cortada en dos. A continuación introdujo un sable fabricado por Masamune. Las hojas evitaban el sable. Ninguna de ellas fue cortada y se deslizan intactas  bordeando el filo como si el sable no quisiera hacerles daño.

El hombre dio entonces su veredicto; La murasama es terrible, la Masamune es humana."

Con este magnifico texto nos cuenta el escritor Raúl de la Rosa una de fábulas más entrañables de la literatura japonesa, y a la vez nos transmite a la perfección la importancia de que gozaban los fabricantes de espadas en la cultura japonesa. Digo gozaban por que en la actualidad existen muy, muy pocos maestros que forjen espadas al modo tradicional, dado el complicadisimo proceso que hay que llevar a cabo y que puede durar unos seis meses como mínimo.

Lo primero es conseguir un mineral de hierro de alta pureza que se llama tamahagane y que solo se puede obtener filtrando arena del río manualmente. Después el maestro debe retirarse ha realizar los rezos y ejercicios espirituales oportunos para purificarse antes de comenzar el proceso. Ahora es cuando comienza la parte más dura, pues tras fundir el metal en un horno de barro y carbón hecho a mano y que alcanza más de 5000 grados, el maestro debe pasarse varios días seguidos trabajando el acero, sin dormir y sin comer, golpeando rítmicamente el hierro candente sin pausa. Tras lo anterior, puede tomarse un descanso y comenzar con el proceso de composición de la espada, proceso que puede tardar varias semanas, pues el acero debe alcanzar un grosor milimétrico y ser lo suficientemente flexible y resistente para que ni se rompa ni se doble. Una vez alcanzado el momento oportuno se sumergirá en el agua fría, lo que conferirá a la espada su característico filo curvo. Es muy importante que el maestro y todos aquellos que trabajen con él, pongan todas sus buenas intenciones y su espíritu en la forja, ya que la concentración debe ser máxima para culminar un proceso que los japoneses han tardado tres milenios en perfeccionar.

Por último se afila la hoja y se coloca una empuñadura, labor para la que a su vez existen diferentes maestros especializados distintos al forjador. Como curiosidad, hay que decir que existe también otro maestro que se llama el probador,que es , valga la redundancia, quien prueba la hoja. En la era Edo, los samurais solían probar sus espadas matando a algún vagabundo o a cualquier desaprensivo con quien se cruzasen.

Este arte fue perdiendo impulso tras la era Meiji y el fin del Bakufu Tokugawa, tanto que durante la segunda guerra mundial, la mayor parte de espadas que utilizaban los oficiales japoneses eran espadas industriales de una calidad bastante mala. Por eso el Gobierno japonés declaró que todas las espadas fabricadas antes de 1910 son patrimonio cultural del pueblo japonés y que no se puede comercializar con ellas o sacarlas del país. Todo reconocimiento es poco para la que cualquier experto del mundo define como la mejor y más hermosa arma de la historia.

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12 de junio de 2014

Luces y sombras del emperador Adriano

A los historiadores romanos les gustaba mucho dedicar unas páginas a enumerar las virtudes y los vicios de aquellos sobre los que escribían, lo hizo Tácito, lo hizo Amiano, y ahora mucho más humildemente, me gustaría hacerlo a mí en la persona del emperador Adriano, pues opiniones hay para todos los gustos, pero lo que está claro es que durante su gobierno se invirtió la polaridad de la política exterior romana, de ofensiva a defensiva, lo que no pocos han interpretado como el principio del fin, la muerte de la esencia romana. Seguro que a muchos se nos hace la boca agua con este tema, pues la verdad es que a Adriano tradicionalmente se lo ama o se le odia. Quizá tuvo la mala suerte de estar a la sombra de un coloso como Trajano y la buena de haber podido gobernar en un momento de esplendor y prosperidad. Así que sin más preámbulos vamos a empezar enumerando sus virtudes:

- Adriano era un hombre inteligente y culto: Pocos gobernantes romanos estuvieron tan capacitados intelectualmente como el. A diferencia de Trajano, militar de pies a cabeza, Adriano recibió una educación óptima desde la infancia. Hablaba griego a la perfección y entendía mucho de filosofía, historia y literatura. También era arquitecto aficionado y astrólogo apasionado, tanto que llegó a predecir su propia muerte.

- Fue un hombre muy cosmopolita : Viajó incansablemente, habló con la gente, conocía el mundo que gobernaba y lo respetaba.

- Era un gobernante íntegro: Durante su mandato siempre tuvo muy presente la importancia de la posición que ocupaba y el papel que le tocaba representar. Existe una anécdota sobre una mujer que lo increpaba en la calle para que atendiera su petición a lo que Adriano molesto le respondió que no tenía tiempo y a su vez ella le replicó "¡pues deja de ser emperador!", tras lo cual reaccionó de inmediato y muy cortesmente se acercó para solucionar el problema de la mujer. Desde luego trató de gobernar bien y si la chusma de politicuchos de hoy tuviese las mismas buenas intenciones que Adriano tal vez hasta podríamos guardar la guillotina.

- Designó a buenos sucesores: Algo fundamental para la estabilidad. Adriano no tenía hijos ya que sus gustos sexuales eran bien conocidos e incluso voraces. De haber vivido hoy en dia lo podríamos encontrar el día del orgullo bailando medio en pelotas en lo alto de una carroza y agitando un látigo de cuero. Pero con látigo o sin él, reconoció en el jóven Marco Aurelio al optimus princeps y le pasó el cetro a un hombre respetable y moderado como Antonino.

Ahora veamos algunos de sus defectos:

- Realizó una controvertida política exterior: Hay multitud de autores modernos que justifican la decisión de Adriano de renunciar a nuevas conquistas en aras de la estabilidad y por motivos económicos, pero creo que esta gente olvida las palabras del inmortal Virgilio cuando dijo que la misión de Roma no es esculpir en piedra ni medir los astros sino conquistar y gobernar el mundo, pues ese es el sino de Roma y el papel que Júpiter rey del cielo, ha otorgado a los hijos de Eneas y Rómulo. Los romanos lo creían de todo corazón y su ejército era un ejército agresivo y con agresividad es la mejor forma de utilizarlo. Todo imperio deja de expandirse en algún momento, pero tal como estaba la situación geopolítica en el siglo segundo aun había bastantes buenos objetivos militares que hubieran asegurado mucho mejor las fronteras que construir muros. Buena prueba de ello es que solo una generación tras la muerte de Adriano el imperio se enfrentó a un monton de problemas en buena parte por culta de la política de repliege y pasividad. La mejor defensa es un buen ataque.

- Desperdició el legado militar de Trajano: Lo cierto es que Adriano temía a los militares. Nunca tuvo las dotes de Trajano y no se llevaba bien con los altos mandos por las purgas que realizó al comienzo de su reinado. Por este motivo renunció a aprovecharse de las decisivas victorias de Trajano sobre los partos alegando razónes logísticas. Tonterías. Los romanos podrían haber protegido perfectamente todo el creciente fertil y haberse asegurado los puntos de acceso de la ruta de la seda en vez de tener que enrriquecer a un reino hostil y rival. Probablemente los partos se hubieran reagrupado en las montañas iranias pero perdido sus núcleos urbanos y sus recursos agrícolas nunca hubiesen vuelto a ser el Estado organizado y poderoso que llegó a capturar a Valeriano un siglo después.

- Construyó el muro que lleva su nombre en Britania: esto más que un defecto es un error derivado de política exterior. Como muchas veces nos han recordado los ejemplo de otras partes, se llamen linea Maginot o Gran muralla china, los muros no valen para nada. Lo importante es poseer un brazo fuerte. En cualquier caso Adraino se ve que discrepaba pues mientras se divertía jugeteando con Antino, tenía a una buena cantidad de tropas construyendo un muro carísimo de escasa utilidad militar. Se pensó que el muro lo había construido Septimio Severo hasta que inscripciones en la piedra lo desmintieron. También se dice que el muro más que una utilidad defensiva era un obstáculo psicológico y tributario, lo cual me parece absurdo, pues los pictos poco tenían que exportar y de importar mejor no hablamos. Medio siglo antes Agricola estuvo a punto de doblegarlos por la espada. Adraino hubiera podido hacer lo mismo perfectamente invirtiendo lo mismo que se gastó en el dichoso muro, pero ya sabemos que no le gustaban los militares y quizá se viese incapaz de encabezar una campaña de envergadura. Los pictos se debieron de partirse de risa pues al poco de estar terminado empezaron a saltar el muro cual quinceañeros saltando la valla del instituto.

- Adriano era un hombre demasiado pasional: Sus relaciones con el senado eran malas y él les reprochaba a menudo su servilismo y su indolencia mientras que ellos le acusaban a él de descuidar las labores del gobierno para irse por ahí a escalar montañas en cuanto la urbe le estresaba lo más mínimo. También eran famosos sus amoríos y las depresiones que se agarraba cuando sus sentimientos no eran correspondidos. Los amantes de los culebrones estarían encantados. 

- Era un hombre muy orgulloso y maniático: No admitía que se le hiciese sombra en nada. Le gustaba quedar el primero en prácticamente todo y cuando el bueno de Aplodoro de Damasco se burló de sus bocetos de arquitectura, el bueno de Apolodoro perdió la cabeza, moraleja: no critiques al jefe. Adiós Apolodoro.

En general ha pasado a la posteridad como un gran soberano pero salpicado de luces y sombras. Goldsworty dice al respecto que pese a los errores que haya podido cometer, dificilmente hubiera habido nadie que lo hiciese mejor y en esto yo al menos de doy la razón, pero lo que no perdono es su incapacidad de aprovechar al mejor ejército de todos los tiempos.

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31 de mayo de 2014

Los siete contra Tebas

"Noble señor de Tebas, Eteocles, vengo del campamento con noticias fidedignas: yo mismo he contemplado lo que está sucediendo: siete jefes, valerosos caudillos de la hueste, han degollado un toro, y han jurado por Ares y Énio y por el sangriento miedo que una de dos: o aniquilaban nuestra ciudad, y luego por la fuerza, saqueaban la ciudad de los cadmeos, o morían, con su sangre empapando esta tierra"
Resumen: ¡Vencer o morir!. Con estas palabras, en la obra de Esquilo, le transmite un mensajero al rey Eteocles la terrible amenaza que se cierne sobre su ciudad.Hoy me gustaría compartir muy sucintamente, uno de los más evocadores (y hermosos) mitos de la cultura griega. Creo que si en algún momento os encontráis apagados o poco inspirados, nada como perderos entre la mitología y el teatro griegos para subir rápidamente el ánimo. Aunque las miserias humanas hayan sido y sean siempre las mismas, los griegos las sabían contar con mucha más elegancia.
Todo comenzó cuando los hermanos Polinices y Eteocles (hijos del famoso Edipo) pactaron reinar conjuntamente sobre la ciudad de Tebas en años alternos, un año uno y al siguiente el otro, pero naturalmente esta clase de apaños no funcionan jamás y a parte de alguna que otra maldición de por medio, Eteocles debía de tener el gen Vladimir Putin, por que de ceder el poder nada. Así que el furibundo Polinices corrió a Argos, donde se casó con una de las hijas del rey Adraste y le arrancó a este la promesa de ayudarlo a recuperar su trono. De esta forma Adraste reunió a sus capitanes más bravos; Tideo (padre del Diómedes de la Ilíada), Capaneo, Hipomedonte, Anfiarao y Partenopeo, que con el propio Polinices sumaban siete caudillos.
Tras una acalorada marcha, llegaron a las puertas de Tebas donde pronunciaron el juramento arriba tan bien descrito por Esquilo. Este juramento me parece de una belleza plástica abrumadora, rebosa de una solemnidad increíble y lo sella el destino, algo que ni los propios dioses pueden quebrantar. De este modo, cada uno de ellos se colocaron arrogantemente frente a cada una de las siete puertas de la ciudad, impidiendo que entren víveres y ocasionalmente tratando de asaltar los muros cuando lo ven preciso.
Por desgracia para todos ellos, las parcas ya han hilado su futuro y una profecía le revela a Eteocles (quien debía de estar haciendo testamento), que a cambio del sacrificio de un príncipe de su casa, los tebanos saldrían victoriosos. El príncipe efectivamente fue sacrificado y los dioses no perdieron tiempo en castigar a los argivos por su soberbia. Poco a poco, abatidos por el rayo o por los peligros del combate, cada uno de los siete capitanes fue cayendo. A Tideo incluso le sugirieron la idea de comerse un cerebro humano con el fin de sanar su herida, lo cual hizo con entusiasmo, aunque por mucho que dijesen los curanderos de la época, se probó la ineficacia del remedio. 
Cuando ya lo veía todo perdido, Polinices, afrontando su sino, desafió a su hermano Eteocles a singular combate, y al igual que en juego de tronos, los protagonistas siempre mueren, y ellos se quitaron la vida mutuamente. Algún tiempo después, los hijos de estos siete héroes, llamados los epígonos (como los hijos de los diadocos), juraron a su vez venganza y esta vez si que entraron en Tebas destruyéndola a conciencia y concluyendo el ciclo. Tragedia si, pero impregnada de solemnidad, de pasión y de la entrega absoluta a la causa que persiguen.
Como una curiosidad para los amantes del cine como un servidor, os cuento que el absolutamente genial Akira Kurosawa, un hombre muy culto, se inspiró de primera mano en esta historia para su película "los siete samurais" (que recomiendo encarecidamente), y recoge, adaptados a la cultura nipona, el espíritu de aquellos siete gloriosos héroes griegos.

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15 de mayo de 2014

Los árabes antiguos

La ignorancia es fruto de muchísimos males, casi siempre de los peores, por eso para comprender a la gente y su forma de vida resulta necesario conocerlos en profundidad y no solo rascar en la superficie, de donde solo se suelen extraer prejuicios. Así que voy a desvelar algunas notas sobre los pueblos árabes antiguos y de la cultura preislámica, que es la que más adelante condicionó muchos de los preceptos de su nueva fe y hacia donde podemos volvernos para comprender las más profundas motivaciones y creencias de todo un pueblo.

El sustantivo árabe proviene de la palabra arab que significa árido. Los pueblos árabes son los oriundos de la península arábiga, uno de los lugares más duros de la tierra, calcinado por el sol y cubierto de arena, donde el calor es sofocante y la lluvia inexistente, haciendo del agua el bien más preciado, incluso más valioso que la vida humana. Los árabes hablan al igual que los hebreos una lengua de origen semítico con un alfabeto y sintaxis propias, muy adecuado para la poesía y tan flexible como para representar con muchos nombres las distintas manifestaciones de la naturaleza.

Desde antiguo, todos los pobladores de Arabia eran nómadas, pues para hacerse sedentario es necesario poder tener a disposición tierra fértil y agua en abundancia, y se dedicaban principalmente al bandidaje y al comercio de algunos bienes de lujo como el oro, el incienso y la piedra, que abundaba en las pedregosas llanuras a las que la arena aun no había engullido. Generalmente, los mayores asentamientos se encontraban junto a los oasis o junto a fuentes de agua más o menos constantes y se distribuían principalmente por el norte, cerca de las rutas comerciales de la media luna fértil, y al sur bordeando la costa del mar rojo donde se crearon pequeñas ciudades semi permanentes como La Meca y Medina, que además prosperaban gracias al lucrativo comercio de ídolos religiosos. En efecto, la soledad del desierto y la proximidad de las estrellas, ha hecho del árabe un ser profundamente espiritual, que acostumbrado a la dureza del entorno y condenado a una vida de privaciones, ha confiado en que de una manera u otra, la muerte los liberaría de todas la penalidades.


Los árabes eran supersticiosos y politeístas. Creían en una miriada de dioses, genios de fuego y espíritus que encarnaban los diferentes fenómenos naturales, como han hecho todas las culturas antiguas desde que el hombre es hombre.Sobre todo veneraban al sol, la luna y las estrellas (por eso la media luna y las estrellas son símbolos frecuentes en banderas y estandartes), aunque sentían especial reverencia por todo lo que viniera del cielo, es por eso que los meteoritos debieron ser la panacea y su culto de lo más sofisticado. Muy probablemente este es el origen de la piedra negra que con tanto celo se reverencia actualmente.

Con todo, eran gentes anárquicas, que jamás desarrollaron ninguna estructura que pudiera parecerse a un Estado, más allá de la tribu, compuesta esta por unas pocas familias emparentadas entre sí. No es de extrañar que en estas difíciles circunstancias, la mortalidad fuese altísima, especialmente la infantil. Por eso se practicaba con asiduidad la poligamia, pues la proporción de mujeres era bastante más alta que la de los hombres, que frecuentemente encontraban un fin prematuro por las armas, y era usual que los que quedasen se hiciesen cargo de las viudas de las de los demás. A parte la necesidad de perpetuación hacía necesaria la procreación de un buen número de hijos, de los que pocos llegaban a la edad adulta. Así, limitados en número y castigados por el clima, al árabe solo le quedaba una visión ultraterrena de cómo debía ser un paraíso,exuberante y plagado de cosas mundanas, a las que su corazón se sentía inclinado a causa de las privaciones que el desierto impone a todo aquel que se adentre en el.

Sin embargo, en el norte, una zona bastante inaccesible y repleta de montañas, floreció una civilización urbana espectacular, la nabatea. Estos eran la tribu más septentrional y la que mejor se había beneficiado del comercio entre Egipto y Siria, por lo que aprovechando la abundancia de piedra, construyeron una de las más maravillosas ciudades que se hayan visto nunca, Petra. Como es natural, Petra atrajo la atención de los romanos, y el emperador Trajano la incorporó al imperio romano en una nueva provincia, arabia pétrea. Esto no solo sirvió como baluarte para los romanos, sino que brindó a los árabes la oportunidad de absorber a la cultura greco-romana, introduciendo en la península las ideas y creencias del imperio. Particularmente importantes fueron las comunidades cristianas y judías que comenzaron a formarse y cuyo monoteísmo al principio, no llamó mucho la atención, pues los árabes eran y aun son muy conservadores, se resistieron a la conversión de religiones extranjeras.

También el imperio Persa se interesó por ellos (con lo que guardaban más afinidad ideológica y cultural que con los romanos) y los empleaba a menudo como mercenarios para hostigar a los romanos, pues a parte de ser buenos comerciantes, los árabes eran famosos guerreros por la rapidez con que sus caballos y camellos podían atacar y retirarse. Los monarcas persas establecieron pequeños puestos militares en el estrecho de Ormuz y en el Yémen, para vigilar las rutas comerciales marítimas que llegaban desde la India. Como en el caso de los romanos, el contacto con los persas le sirvió a los árabes para aprender de una cultura más avanzada y de la que aprendieron mucho tanto de arquitectura como de agricultura, lo que posteriormente iba a sentar las bases de su civilización cuando al fin dieran el salto a la conquista organizada y al sedentarismo, pues ninguna cultura puede desarrollarse sin disponer de los recursos mínimos para su subsistencia, lo que en última instancia empuja a los nómadas a adquirir por la fuerza lo que otros tienen y ellos necesitan.

En general podemos decir que para los antiguos, Arabia no era más que un inmenso desierto exótico habitado por peligrosos salvajes. Ni griegos ni Romanos supieron nunca lo que había más allá de unas pocas plazas cercanas a la costa, aunque Alejandro Magno tuvo la tentación de realizar una expedición militar, de la que la muerte le apartó a tiempo. Los árabes por su parte jamás tuvieron consciencia de conformar un solo pueblo, y solamente compartían además de la miseria, dialectos los suficientemente parecidos para comunicarse entre si y algunas creencias vagamente comunes, lo que desde luego puede servirnos para comprender las dificultades a las que Mahoma y sus sucesores tuvieron que hacer frente para dar a todas estas tribus una identidad y un objetivo común.

Después de estas breves reflexiones, una mente despierta, que sea capaz de visualizarse viviendo hace miles de años en tales circunstancias, podrá entender mejor el carácter, la naturaleza y los problemas a los que esta civilización tiene que enfrentarse. De hecho la idea esencial, es comprender que el ser humano ha estado siempre subordinado a su entorno y pese a todo, nuestra capacidad de cambio y adaptación esta también en la esencia de lo que somos. Por eso, negar los cambios y anclarse en el pasado, impide afrontar correctamente el presente y el futuro, y el espíritu de las tradiciones, es conservarlas en la medida en que estas nos hacen mejores y no en lo que impiden el progreso y anulan el espíritu crítico, auténtico motor del pensamiento y la cultura. A causa de esa falta de adaptación, los árabes conocieron su decadencia, y esas fuerzas centrífugas que los acompañan desde antiguo, sumado a una mentalidad beduina de inmovilismo social, son taras que les han acompañado a través del tiempo, pero que al igual que pasó en otros lugares, son cosas a las que si se combate se puede derrotar.

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Restitutor Orbis, Lucio Domicio Aureliano

Decía Gore Vidal a través de uno de sus personajes en una novela, que "un héroe debe cuidar de su propia memoria, por que nadie más lo hará". Y efectivamente, la memoria colectiva que es la historia, a menudo, trata injustamente a sus protagonistas o aun peor, los condena a vivir en la penumbra, medio sumergidos en una completa oscuridad. Este es el caso del emperador Aureliano, un hombre formidable, a quien sin embargo la posteridad no ha tratado con la importancia que se merece, y que siguiendo los pasos del sabio orientalista Iban Morris, hoy aquí, honraremos la nobleza de su fracaso.

Lucio Domicio Aureliano nació en Sirmio, en Iliria, una región difícil de vida dura, tierra de agrestes pastores, acostumbrados a las razzias de las tribus del otro lado del río Danubio. De lo único que podemos estar seguros es de que por escuela tuvo el cuartel, y de que el ejército romano fue toda su vida. Precisamente, en el momento en que Aureliano se incorporaba a filas, comenzaba el periodo más caótico de la historia romana, un periodo llamado de anarquía militar, donde los emperadores eran proclamados, depuestos y asesinados por los soldados, que en estado de perpetua guerra civil, desangraron el Estado romano hasta el punto de dividirlo y de quedar hostigado por doquier. Desde la muerte del emperador Alejandro Severo en el año 235, sus sucesores no solían durar en el cargo más de unos pocos meses, o a lo sumo unos breves años, y todos encontraban un final violento, la mayor parte del tiempo a manos de sus propias tropas. La verdad es que incluso un historiador experto se vuelve loco teniendo que recordar los nombres y la cronología de todos los emperadores romanos que se fueron alternando en los siguientes 50 años.

Es en medio de esta caótica experiencia donde se formó Aureliano. Debió de marcarle profundamente ver cómo el mundo romano se iba desintegrando y la disciplina militar desapareciendo, gracias a las generosas dádivas que los usurpadores iban otorgando para comprar la lealtad de los ejércitos. Aureliano era un hombre físicamente muy fuerte, poseía un magnifico dominio de la espada por lo que se gano el mote de "manus ad ferrum" que significa mano sobre la espada (aunque hay autores que no defienden la literalidad del nombre), también era un hombre honrado e inteligente y sobre todo tenía una voluntad inquebrantable. Sin embargo no fue un visionario como Diocleciano, ni un reformador, sus ideas políticas eran las de un militar, es decir, autoritarias, conservadoras, pragmáticas y a menudo insensibles e inconciliables con las posturas de otros.

Su ascenso al poder comenzó bajo el mandato del emperador Galieno. Por entonces Aureliano ostentaba el grado de general de caballería, un cargo importante, gozando de fama de buen estratega a parte de haberse ganado el respeto de los soldados que comandaba. Por desgracia para Galieno, no le brindaban el mismo amor a su emperador, y en el transcurso de una revuelta, se organizó un complot que tuvo éxito y que acabó con su vida. Se discute la participación del alto mando y de Aureliano en todo esto, pero parece difícil que un hombre de su posición no estuviese enterado. Pese a todo aun no era su momento y el ejército proclamó como nuevo emperador a Claudio II, el primero de los emperadores ilirios, pues a parte de ser el superior de Aureliano, también era su compatriota.

Claudio era un hombre capaz a la vez que buen general, y a penas ceñida la corona solo tuvo ocasión de tomar dos decisiones durante su reinado, la primera ascender a Aureliano al puesto de Magister Equitum, o comandante supremo de la caballería y en la práctica su mano derecha, y la segunda la de salir en campaña contra los godos que llevaban años haciendo correrías por Dacia y Tracia, a los que sin no pocas dificultades venció en una gran batalla ganándose el título de "gótico". Desafortunadamente no pudo disfrutar de las mieles de la victoria, ya que un rebrote de la peste en el año 270 puso fin a su vida y resulta obvio hacia donde miró el ejército en esta hora de dificultad. Efectivamente Aureliano era con creces la mejor esperanza del maltrecho imperio y tras un corto periodo de inestabilidad, regresó a Roma donde fue proclamado Augusto.

Ahora que ya nos situamos en la entronización de Aureliano, es hora de detallar la situación a la que tenía que hacer frente. Bajo el desastroso gobierno de Galieno, el imperio romano no solo se veía acosado por los enemigos externos (germanos y persas) sino que se había dividido en 3 partes. Por un lado, en la Galia, un general rebelde llamado Póstumo se hizo con el control de casi todas las provincias occidentales y durante 15 años lo dirigió como un Estado independiente y autónomo, aunque siguiese siendo parte del mundo romano. En el este había pasado algo peor si cabe. Zenobia, reina de Palmira, (una poderosa ciudad de la provincia de Siria), tras el debilitamiento de la autoridad central debido a las innumerables guerras civiles, había decidido hacerse con el control, y coronó a su joven hijo emperador, a la vez que se anexionaba Egipto y casi todo el oriente. Así pues a Aureliano solo le quedaba la franja central, es decir Italia, África y los balcanes.


A la vista de esta situación, lo primero que se propuso fue asegurar su parte del pastel, y marchó a los Alpes, donde masacró a todas las tribus de germanos que aun seguían acosando al imperio. Inmediatamente después decidió que era la hora de acabar de una vez por todas con los usurpadores Galos. A la sazón Póstumo estaba ya muerto y su lugar era ocupado por Tétrico, un hombre bastante gris en todos los sentidos. No le fue difícil a Aureliano someterlo tras algunas refriegas, y reincorporar Europa al dominio de Roma, lo que aumentó considerablemente su poder y sus recursos, aunque también sus problemas.

Pese a estos éxitos, aun quedaba lo más peligroso, vencer a Zenobía. Ésta, a sido a menudo compara con Cleopatra por su belleza e inteligencia, poseedora de una ambición inmensa así como los medios suficientes para satisfacerla. Por un lado contaba con una parte del ejercito regular romano, por otra, le adhirió un elemento nuevo, los catraphactos, caballería pesada revestida completamente con una armadura compuesta, muy resistente y versatil que los hacía temibles. Con estas fuerzas en su contra, iba a resultar complicada la tarea y es ahora donde el emperador iba a tener que mostrar toda su fuerza y su capacidad, siendo consciente de que para alguien de su posición en el siglo III, la derrota suponía ser asesinado por sus propios hombres, lo que no le dejaba mucho margen de actuación, cumpliéndose aquello de vencer o morir.

A Aureliano le acompañaba un ejército considerable, unos 100.000 hombres curtidos por las recientes batallas. El primer encuentro importante con las fuerzas de Zenobia, se produjo en la ciudad de Antioquía, la puerta hacia Siria. No fue un momento agradable por que la caballería de Palmira superó a la romana, sin embargo los legionarios de Aureliano se mantuvieron firmes y se hicieron con el campo pese al revés sufrido.Tras asegurarse la provincia y cortar a Zenobia de sus demás posesiones orientales, puso al fin sitio a la ciudad, aunque no duró mucho, pues viéndose ya perdida, la reina huyó en dirección a Pérsia, aunque a su pesar fue capturada poco antes de cruzar el Éufrates. Con este tremendo éxito Aureliano, manus ad ferrum, volvía a unificar el mediterraneo bajo el cetro de Roma, poniendo fin a una crisis que pudo perfectamente haber acabado con el Imperio Romano 200 años antes de su cruel final.

Hay que comprender en profundidad la gravedad de la situación a la que Aureliano y el mundo romano se enfrentaron. Un imperio dividido en tres partes, un alud de tribus germánicas asaltando las fronteras, la moneda en una espiral de deflación, las ciudades en ruinas, la peste causando estragos entre la población y los ejércitos devastados en guerras intestinas. Frente a este panorama muchos romanos, el emperador incluido, se sintieron castigados por los dioses, abandonados a su suerte, por eso una de las primeras cosas que hizo Aureliano una vez reunificado el imperio fue consagrarse a un nuevo dios que él mismo creó,y del que se hizo una especie de profeta, el sol invicto, un sincretismo religioso entre las antiguas deidades greco-orientales y el nuevo monoteísmo cristiano cada vez más presente en la sociedad, que junto a la filosofía neoplatónica, buscaban en última instancia la simplificación de las creencias preexistentes en busca de un creador y un fin último que pese a sus múltiples manifestaciones fuera origen de todas las cosas. En esta época el neoplatonismo y el cristianismo se retroalimentan al mismo nivel que se combaten, lo que ideológicamente no benefició en nada al imperio y peor, acabó en persecuciones y matanzas de toda clase.


De vuelta en Roma en el año 274, tras solo cuatro años de reinado, Aureliano volvía con toda la gloria de quien ha devuelto a la urbe a su legítima posición, y por ello el senado le otorgó el título de "Restitutor Orbis", restaurador del mundo, lo que me recuerda mucho al caso de Mario, que tras salvar a Roma fue nombrado Segundo Camilo, o tercer fundador de la ciudad, lo que de algún modo hace de Aureliano el cuarto.También volvió con un considerable botín, con el que financió un triunfo tremendo en el que exibió a Tétrico y a Zenobia cubiertos de cadenas como muestra palpable de su victoria. Aunque una muestra más de su confianza en sí mismo y de la contundencia de su victoria fue el hecho de que perdonó la vida de ámbos y les permitió incluso vivir en una relativa libertad. Sin embargo y pese a tantos éxitos, ahora le tocaba afrontar una tarea si cabe más compleja que la anterior, la de gobernar y reformar el imperio.

A parte de la reforma religiosa que vimos antes, otra de las cosas que emprendió este infatigable hombre fue la reforma de la administración y un intento de centralización del poder, limitando así la capacidad de posibles usurpadores. No me cabe duda que Diocleciano le conoció y sin duda debió de sentirse muy impresionado por el temperamento y las ideas de Aureliano. En definitiva quería dejar la apariencia de cumplimiento de las viejas formas que caracterizaba al principado y sustituirlo por un sistema más autocrático y eficiente, es decir, acabar con las décadas de anarquía política. Por otro lado también empezó a entender que el ejército romano estaba demasiado débil para defender las fronteras y le cedió la provincia de Dacia a los godos, a la vez que ordenó amurallarse a todas las ciudades del imperio.

Esta fue una medida trascendental para Europa, pues es el mejor indicador de que la pax romana se desvanecía y de que la era de los castillos y las ciudades fortificadas de la Edad Media comenzaba a cobrar forma. Con esta medida incluso la propia Roma se amuralló, algo que hasta entonces nunca hizo falta, pues más que el las piedras, el imperio siempre dependió de un brazo fuerte y del valor como mejor defensa.Una vez atendidas las más acuciantes necesidades defensivas del imperio, la siguiente batalla iba a ser contra la corrupción, contra la que Aureliano tomo una serie de medidas contundentes que le granjearon el odio de no pocos perjudicados, entre ellos los pretorianos. 

Aunque las amenazas más graves estaban momentáneamente apaciguadas, aun había un peligro que asomaba por el este en la forma del imperio persa sasánida, siempre presto a aprovechar las debilidades de los romanos para anexionarse algún que otro territorio, cosa que Aureliano no iba a consentir. Así que marchó al frente de sus tropas para hacer aquello que mejor se le daba, la guerra. Lamentablemente, el destino no iba a estar esta vez de su parte, y al igual que todos sus predecesores antes que él, fue víctima de un oscuro complot que acabó con su vida en su quinto año de reinado.

No sabemos ni quien lo instigó ni el por qué, ya que Aureliano era un hombre muy popular y victorioso en el combate. Algunas fuentes hablan de un secretario del emperador como el promotor del asesinato, aunque no se puede confirmar. Lo que sí es cierto, es que Roma perdió a un hombre al que le tocó vivir en una época muy complicada, pero que estuvo a la altura. Diocleciano proseguiría su obra política 10 años más tarde y el imperio vería cómo la estabilidad se recuperaría relativamente bien.

No fue un Julio César, ni tuvo tiempo de convertirse en un gran soberano, pero salvó al Imperio romano tanto de sí mismo como de los demás, y para un emperador, no puede haber mejor epitafio.
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7 de mayo de 2014

Técnicas modernas de determinación histórica

Durante mucho tiempo, prácticamente el único método que existía para fechar hechos, objetos y lugares, era la arqueología y su contraste minucioso con las fuentes de la época. Especialmente en el siglo XIX, esta tuvo su época dorada y quienes la practicaban, aun utilizando técnicas bastante rudimentarias, consiguieron maravillas en Grecia o en Egipto. Es muy llamativo el caso de Schlieman, que con una pala y un puñado de obreros y usando la ilíada como mapa, encontró las ruinas de Troya.

Afortunadamente, hoy los investigadores y los historiadores a parte de valerse de la arqueología moderna, mucho más precisa (yo he visto a egiptólogos escribir libros enteros solo con estudiar un trozo de cerámica) utilizan muchos otros métodos y ciencias aplicadas para poder datar mejor y comprender los hitos pasados y la magnitud del devenir de los tiempos. Así que me he propuesto desvelar algunos de los principales complementos que puede usar el erudito que desee profundizar más en el estudio de una época.

En primer lugar y sin salirnos aun de la esfera de la arqueología, esta ha evolucionado de forma ramificada, especializándose cada vez más en subtipos concretos. Dos de los más recientes y de los que más hemos aprendido son la arqueología marina y la arqueología aérea. La marina no plantéa grandes interrogantes, pues solo por el nombre podemos deducir que se ocupa del análisis de los restos hallados en el mar, aunque técnicamente se requiere una gran cantidad de medios y de dinero para llegar hasta ellos (buzos, barcos, ingenieros, remolques y hasta submarinos). La arqueología aérea es un fenómeno aun más reciente y bastante más inusual que el anterior. Consiste en que una serie de expertos vuelan a baja altura realizando un reconocimiento del terreno y determinando la ubicación de ciertos lugares a base de identificar marcas en la tierra que solo pueden verse a cierta distancia. Algo fascinante.

Después tenemos otra de las formas tradicionales que junto a la arqueología han servido como complemento al historiador, la numismática, o estudio de las monedas. Los expertos en esta disciplina son capaces de averiguar grandes cosas analizando la composición metalúrgica de las monedas, su forma de acuñación y por supuesto gracias a las inscripciones, los dibujos y los símbolos  que las salpican, que a parte de artísticos pueden llegar a corroborar hechos conmemorativos o autentificar la existencia de algún personaje que de otro modo no conocido salvo por las leyendas. También debemos mencionar la epigrafía, que es el estudio de las inscripciones en piedra, y que junto con la numismática han sido las manos derecha e izquierda del historiador tradicional.

Siguiendo nuestro recorrido, en los últimos 40 años ha aparecido un fenómeno llamado recreación histórica. Quienes la practican, a menudo historiadores o aficionados apasionados, se visten de la época que pretenden recrear (como por ejemplo de legionarios romanos), y se dedican a hacer actividades propias de los originales de la forma más realista posible. Así se puede comprobar la efectividad de las formaciones militares, la movilidad y el peso de la armadura, el tiempo que se tarda en construir fortificaciones y sumergirse psicológicamente en otro mundo para facilitar su comprensión.

Gracias a la recreación se han podido contrastar fuentes y ver cuales son las más veraces y cuales exageran abiertamente, por que si Julio César dice que tardó 2 meses en construir 60 km de empalizadas alrededor de una ciudad, y luego un grupo de recreadores es capaz de hacerlo en más o menos las mismas circunstancias y con los mismos materiales, podemos suponer que realmente esta siendo fiel a la verdad. La parte negativa es que últimamente el tema ha degenerado bastante, y los recreadores son cada vez menos rigurosos, más parecidos a una fiesta de disfraces que a una verdadera experiencia práctica.

Tras todo lo anterior, que estaba estrechamente relacionado con la arqueología y la historia, nos vamos a encontrar una larga serie de disciplinas científicas aplicadas, muy útiles e incluso esenciales para promulgar nuevas teorías o corroborar nuestras hipótesis. Algunas de estas ciencias son la química, la vulcanología, la climatología y la dendrocronología.

El uso de la química a parte de servir para datar, recientemente a comenzado a ser utilizado para comprobar determinados sucesos tales como los envenenamientos. Cuando un autor nos relata que alguien murió habiéndose puesto de algún color sospechoso y cubierto de sarpullidos, puede esclarecerse mediante su comprobación en laboratorio si estos síntomas se pueden corresponder con la reacción hacia una sustancia determinada. Por su parte, la vulcanología es si cabe bastante más interesante por que como sugieren estudios recientes, la evololución de muchas especies, entre ellas la humana, está determinada por las erupciones volcánicas, capaces de alterar el clima de una forma radical y repentina con todas las consecuencias que nos podamos imaginar. Un ejemplo perfecto sería el de la erupción minoica del supervolcán de la isla de Santorini, en Grecia. Las fuentes y los arqueólogos siempre nos han hablado de que un oscuro desastre natural, un terremoto o un maremoto devastaron la isla de Creta y acabaron con la primera civilización que hubo en Europa. Sin embargo solo muy recientemente, gracias a avanzados estudios, ha sido posible reconstruir lo que pudo suceder y el impacto que la erupción de un volcán pudo haber tenido sobre las poblaciones aledañas, no solo tras la violenta sacudida inicial, sino tras un largo periodo de entre 50 y 100 años después. Tengamos en cuenta que la ceniza es capaz de bloquear la luz del sol e impedir que crezcan las cosechas. Incluso el mismísimo Napoleón sufrió el ceniciento castigo de la naturaleza al tener la mala suerte de que una erupción enorme en Indonesia causara que el invierno de 1814 fuera devastador para sus tropas en Rusia debido a que el clima se enfrió salvajemente.


Muy ligado a lo anterior esta la climatología. De hecho no hay que ser ningún filósofo para darse cuenta de la importancia que tiene para las personas el ambiente en el que viven y cómo repercute en nuestra cultura y en nuestra forma de vida. Los antiguos, sin ninguna de las comodidades que la tecnología nos brinda estaban mucho más expuestos y eran bastante vulnerables frente a cualquier cambio que se produjera. La otra faceta de esta ciencia aplicada es el inverso, es decir, la repercusión que en el clima tuvo la actividad humana. Para comprobarlo se han hecho expediciones a los casquetes polares y se han tomado muestras de hielo que contienen altas cantidades de plomo, fruto de la actividad industrial altoimperial romana de los siglos I y II, que no volvieron a repetirse hasta la llegada de la revolución industrial casi dos milenios después.

Por último, nos topamos con una ciencia que muy poca gente conoce, la dendrocronología, el estudio de los anillos de los árboles, que sirve para poder determinar su edad y la antiguedad de la madera. Esto nos resulta tremendamente útil como termómetro de nuestro pasado, pues al igual que el hielo, los árboles son muy sensibles y fosilizan en su interior cualquier cambio ambiental o agresión externa y nos da claros indicios de una actividad humana determinada. Además gracias a sus anillos, se puede datar con precisión milimétrica el cuando esta actividad pudo haberse llevado a cabo. Así que cuando veáis a alguien talando un árbol milenario, ya podéis recordar que están talando una parte de nuestro pasado (a parte del brutal atentado contra la naturaleza).

Aunque en este austero resumen no se agota ni de lejos la complejidad y los límites de este tema, ni tampoco he podido citar las innumerables ciencias aplicadas al respecto, sí hemos visto generalmente algunas de las más importantes, y al menos espero que haya servido para ilustrarnos un poco y poder entender que la ciencia moderna junto a gente inteligente, es capaz de encontrar múltiples formas nuevas para abordar el pasado y arrojarnos mayor luz sobre cosas ya olvidadas o que probablemente nunca supimos que existieran.


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5 de mayo de 2014

Consejos sobre cómo actuar ante el ataque de los germanos

Una breve guía de qué hacer si se produce una incursión en vuestro territorio, muy útil tanto si sois emperadores romanos del siglo III como si sois contribuyentes españoles y una partida de bárbaros cruza el Rin para haceros un ajuste presupuestario, (como se ve el gusto por saquear a los latinos es hereditario).

En primer lugar si veis que os atacan y cruzan el limes, pantalones arriba, no entréis en pánico y cedáis territorios o urbes sin resistencia, pues si los salvajes perciben debilidad y tienen éxito seguro que volverán al año siguiente bastante más envalentonados como hicieron los godos bajo los emperadores Decio y Claudio II.

Segundo, nunca jamás los invitéis a entrar en territorio romano en grandes grupos pues sentirán la necesidad de quedarse. Úselos como mercenarios (poco recomendable) pero mucho cuidado con aceptar a grandes grupos, ya vemos lo que sucedió en Adrianópolis.

En tercer lugar no debemos alejarlos regularmente con “sobrecitos”, la experiencia de marcómanos  y godos nos dice que son como los políticos, una vez que aceptan un sobre siempre quieren más y a la larga esto será desastroso. Recordemos lo que decía Furio Camilo de que la patria no se recupera con el oro sino con el hierro. Los sobornos o tributos solo posponen el problema si es que no lo agravan.

Cuarto; hay que mantenerse muy bien informado de lo que pasa al otro lado del limes y un buen gobernador debe tratar de saber de antemano lo que se puede esperar de sus vecinos. Si el ataque resulta imprevisible se debe reaccionar lo más rápido posible y frenar  la incursión con firmeza para dar ejemplo.

Quinto, si bien por un revés o bien por falta de recursos, el avance enemigo resulta imparable, hay que aprovechar el momento de la retirada, pues cargados de botín se dirigirán de vuelta a casa confiados, ese es el momento de atacar y de provocar la mayor matanza posible. Sin embargo es algo poco deseable, pues un buen gobernante debe garantizar la seguridad y no limitarse a dificultar las razzias como sucedía en el siglo IV en Galia y Britania, donde parcialmente se renunció a cubrir todo el territorio y el sistema defensivo consistía en contraofensivas limitadas.

Sexto, si todo lo anterior fracasa o bien aunque hayamos tenido éxito, es muy recomendable cruzar el limes e infringir severo castigo al enemigo por su osadía. Julio César era particularmente temido por dicho método, característico de los líderes más fuertes. Trajano, Marco Aurelio y Juliano lo practicaron con entusiasmo.

Y aunque sea una obviedad queda por decir que lo peor que se puede hacer es entrenar a los bárbaros o armarles ,pues como el pérfido Domiciano nos enseño, eso es una traición. Luego no os sorprendáis si Decébalo y compañía atacan pues las espadas no sirven para hacer calceta. De hecho el comercio de armas con los germanos estaba prohibido bajo pena de muerte aunque según las evidencias arqueológicas, la prohibición no tuvo éxito.

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