31 de mayo de 2014

Los siete contra Tebas

"Noble señor de Tebas, Eteocles, vengo del campamento con noticias fidedignas: yo mismo he contemplado lo que está sucediendo: siete jefes, valerosos caudillos de la hueste, han degollado un toro, y han jurado por Ares y Énio y por el sangriento miedo que una de dos: o aniquilaban nuestra ciudad, y luego por la fuerza, saqueaban la ciudad de los cadmeos, o morían, con su sangre empapando esta tierra"
Resumen: ¡Vencer o morir!. Con estas palabras, en la obra de Esquilo, le transmite un mensajero al rey Eteocles la terrible amenaza que se cierne sobre su ciudad.Hoy me gustaría compartir muy sucintamente, uno de los más evocadores (y hermosos) mitos de la cultura griega. Creo que si en algún momento os encontráis apagados o poco inspirados, nada como perderos entre la mitología y el teatro griegos para subir rápidamente el ánimo. Aunque las miserias humanas hayan sido y sean siempre las mismas, los griegos las sabían contar con mucha más elegancia.
Todo comenzó cuando los hermanos Polinices y Eteocles (hijos del famoso Edipo) pactaron reinar conjuntamente sobre la ciudad de Tebas en años alternos, un año uno y al siguiente el otro, pero naturalmente esta clase de apaños no funcionan jamás y a parte de alguna que otra maldición de por medio, Eteocles debía de tener el gen Vladimir Putin, por que de ceder el poder nada. Así que el furibundo Polinices corrió a Argos, donde se casó con una de las hijas del rey Adraste y le arrancó a este la promesa de ayudarlo a recuperar su trono. De esta forma Adraste reunió a sus capitanes más bravos; Tideo (padre del Diómedes de la Ilíada), Capaneo, Hipomedonte, Anfiarao y Partenopeo, que con el propio Polinices sumaban siete caudillos.
Tras una acalorada marcha, llegaron a las puertas de Tebas donde pronunciaron el juramento arriba tan bien descrito por Esquilo. Este juramento me parece de una belleza plástica abrumadora, rebosa de una solemnidad increíble y lo sella el destino, algo que ni los propios dioses pueden quebrantar. De este modo, cada uno de ellos se colocaron arrogantemente frente a cada una de las siete puertas de la ciudad, impidiendo que entren víveres y ocasionalmente tratando de asaltar los muros cuando lo ven preciso.
Por desgracia para todos ellos, las parcas ya han hilado su futuro y una profecía le revela a Eteocles (quien debía de estar haciendo testamento), que a cambio del sacrificio de un príncipe de su casa, los tebanos saldrían victoriosos. El príncipe efectivamente fue sacrificado y los dioses no perdieron tiempo en castigar a los argivos por su soberbia. Poco a poco, abatidos por el rayo o por los peligros del combate, cada uno de los siete capitanes fue cayendo. A Tideo incluso le sugirieron la idea de comerse un cerebro humano con el fin de sanar su herida, lo cual hizo con entusiasmo, aunque por mucho que dijesen los curanderos de la época, se probó la ineficacia del remedio. 
Cuando ya lo veía todo perdido, Polinices, afrontando su sino, desafió a su hermano Eteocles a singular combate, y al igual que en juego de tronos, los protagonistas siempre mueren, y ellos se quitaron la vida mutuamente. Algún tiempo después, los hijos de estos siete héroes, llamados los epígonos (como los hijos de los diadocos), juraron a su vez venganza y esta vez si que entraron en Tebas destruyéndola a conciencia y concluyendo el ciclo. Tragedia si, pero impregnada de solemnidad, de pasión y de la entrega absoluta a la causa que persiguen.
Como una curiosidad para los amantes del cine como un servidor, os cuento que el absolutamente genial Akira Kurosawa, un hombre muy culto, se inspiró de primera mano en esta historia para su película "los siete samurais" (que recomiendo encarecidamente), y recoge, adaptados a la cultura nipona, el espíritu de aquellos siete gloriosos héroes griegos.

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15 de mayo de 2014

Los árabes antiguos

La ignorancia es fruto de muchísimos males, casi siempre de los peores, por eso para comprender a la gente y su forma de vida resulta necesario conocerlos en profundidad y no solo rascar en la superficie, de donde solo se suelen extraer prejuicios. Así que voy a desvelar algunas notas sobre los pueblos árabes antiguos y de la cultura preislámica, que es la que más adelante condicionó muchos de los preceptos de su nueva fe y hacia donde podemos volvernos para comprender las más profundas motivaciones y creencias de todo un pueblo.

El sustantivo árabe proviene de la palabra arab que significa árido. Los pueblos árabes son los oriundos de la península arábiga, uno de los lugares más duros de la tierra, calcinado por el sol y cubierto de arena, donde el calor es sofocante y la lluvia inexistente, haciendo del agua el bien más preciado, incluso más valioso que la vida humana. Los árabes hablan al igual que los hebreos una lengua de origen semítico con un alfabeto y sintaxis propias, muy adecuado para la poesía y tan flexible como para representar con muchos nombres las distintas manifestaciones de la naturaleza.

Desde antiguo, todos los pobladores de Arabia eran nómadas, pues para hacerse sedentario es necesario poder tener a disposición tierra fértil y agua en abundancia, y se dedicaban principalmente al bandidaje y al comercio de algunos bienes de lujo como el oro, el incienso y la piedra, que abundaba en las pedregosas llanuras a las que la arena aun no había engullido. Generalmente, los mayores asentamientos se encontraban junto a los oasis o junto a fuentes de agua más o menos constantes y se distribuían principalmente por el norte, cerca de las rutas comerciales de la media luna fértil, y al sur bordeando la costa del mar rojo donde se crearon pequeñas ciudades semi permanentes como La Meca y Medina, que además prosperaban gracias al lucrativo comercio de ídolos religiosos. En efecto, la soledad del desierto y la proximidad de las estrellas, ha hecho del árabe un ser profundamente espiritual, que acostumbrado a la dureza del entorno y condenado a una vida de privaciones, ha confiado en que de una manera u otra, la muerte los liberaría de todas la penalidades.


Los árabes eran supersticiosos y politeístas. Creían en una miriada de dioses, genios de fuego y espíritus que encarnaban los diferentes fenómenos naturales, como han hecho todas las culturas antiguas desde que el hombre es hombre.Sobre todo veneraban al sol, la luna y las estrellas (por eso la media luna y las estrellas son símbolos frecuentes en banderas y estandartes), aunque sentían especial reverencia por todo lo que viniera del cielo, es por eso que los meteoritos debieron ser la panacea y su culto de lo más sofisticado. Muy probablemente este es el origen de la piedra negra que con tanto celo se reverencia actualmente.

Con todo, eran gentes anárquicas, que jamás desarrollaron ninguna estructura que pudiera parecerse a un Estado, más allá de la tribu, compuesta esta por unas pocas familias emparentadas entre sí. No es de extrañar que en estas difíciles circunstancias, la mortalidad fuese altísima, especialmente la infantil. Por eso se practicaba con asiduidad la poligamia, pues la proporción de mujeres era bastante más alta que la de los hombres, que frecuentemente encontraban un fin prematuro por las armas, y era usual que los que quedasen se hiciesen cargo de las viudas de las de los demás. A parte la necesidad de perpetuación hacía necesaria la procreación de un buen número de hijos, de los que pocos llegaban a la edad adulta. Así, limitados en número y castigados por el clima, al árabe solo le quedaba una visión ultraterrena de cómo debía ser un paraíso,exuberante y plagado de cosas mundanas, a las que su corazón se sentía inclinado a causa de las privaciones que el desierto impone a todo aquel que se adentre en el.

Sin embargo, en el norte, una zona bastante inaccesible y repleta de montañas, floreció una civilización urbana espectacular, la nabatea. Estos eran la tribu más septentrional y la que mejor se había beneficiado del comercio entre Egipto y Siria, por lo que aprovechando la abundancia de piedra, construyeron una de las más maravillosas ciudades que se hayan visto nunca, Petra. Como es natural, Petra atrajo la atención de los romanos, y el emperador Trajano la incorporó al imperio romano en una nueva provincia, arabia pétrea. Esto no solo sirvió como baluarte para los romanos, sino que brindó a los árabes la oportunidad de absorber a la cultura greco-romana, introduciendo en la península las ideas y creencias del imperio. Particularmente importantes fueron las comunidades cristianas y judías que comenzaron a formarse y cuyo monoteísmo al principio, no llamó mucho la atención, pues los árabes eran y aun son muy conservadores, se resistieron a la conversión de religiones extranjeras.

También el imperio Persa se interesó por ellos (con lo que guardaban más afinidad ideológica y cultural que con los romanos) y los empleaba a menudo como mercenarios para hostigar a los romanos, pues a parte de ser buenos comerciantes, los árabes eran famosos guerreros por la rapidez con que sus caballos y camellos podían atacar y retirarse. Los monarcas persas establecieron pequeños puestos militares en el estrecho de Ormuz y en el Yémen, para vigilar las rutas comerciales marítimas que llegaban desde la India. Como en el caso de los romanos, el contacto con los persas le sirvió a los árabes para aprender de una cultura más avanzada y de la que aprendieron mucho tanto de arquitectura como de agricultura, lo que posteriormente iba a sentar las bases de su civilización cuando al fin dieran el salto a la conquista organizada y al sedentarismo, pues ninguna cultura puede desarrollarse sin disponer de los recursos mínimos para su subsistencia, lo que en última instancia empuja a los nómadas a adquirir por la fuerza lo que otros tienen y ellos necesitan.

En general podemos decir que para los antiguos, Arabia no era más que un inmenso desierto exótico habitado por peligrosos salvajes. Ni griegos ni Romanos supieron nunca lo que había más allá de unas pocas plazas cercanas a la costa, aunque Alejandro Magno tuvo la tentación de realizar una expedición militar, de la que la muerte le apartó a tiempo. Los árabes por su parte jamás tuvieron consciencia de conformar un solo pueblo, y solamente compartían además de la miseria, dialectos los suficientemente parecidos para comunicarse entre si y algunas creencias vagamente comunes, lo que desde luego puede servirnos para comprender las dificultades a las que Mahoma y sus sucesores tuvieron que hacer frente para dar a todas estas tribus una identidad y un objetivo común.

Después de estas breves reflexiones, una mente despierta, que sea capaz de visualizarse viviendo hace miles de años en tales circunstancias, podrá entender mejor el carácter, la naturaleza y los problemas a los que esta civilización tiene que enfrentarse. De hecho la idea esencial, es comprender que el ser humano ha estado siempre subordinado a su entorno y pese a todo, nuestra capacidad de cambio y adaptación esta también en la esencia de lo que somos. Por eso, negar los cambios y anclarse en el pasado, impide afrontar correctamente el presente y el futuro, y el espíritu de las tradiciones, es conservarlas en la medida en que estas nos hacen mejores y no en lo que impiden el progreso y anulan el espíritu crítico, auténtico motor del pensamiento y la cultura. A causa de esa falta de adaptación, los árabes conocieron su decadencia, y esas fuerzas centrífugas que los acompañan desde antiguo, sumado a una mentalidad beduina de inmovilismo social, son taras que les han acompañado a través del tiempo, pero que al igual que pasó en otros lugares, son cosas a las que si se combate se puede derrotar.

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Restitutor Orbis, Lucio Domicio Aureliano

Decía Gore Vidal a través de uno de sus personajes en una novela, que "un héroe debe cuidar de su propia memoria, por que nadie más lo hará". Y efectivamente, la memoria colectiva que es la historia, a menudo, trata injustamente a sus protagonistas o aun peor, los condena a vivir en la penumbra, medio sumergidos en una completa oscuridad. Este es el caso del emperador Aureliano, un hombre formidable, a quien sin embargo la posteridad no ha tratado con la importancia que se merece, y que siguiendo los pasos del sabio orientalista Iban Morris, hoy aquí, honraremos la nobleza de su fracaso.

Lucio Domicio Aureliano nació en Sirmio, en Iliria, una región difícil de vida dura, tierra de agrestes pastores, acostumbrados a las razzias de las tribus del otro lado del río Danubio. De lo único que podemos estar seguros es de que por escuela tuvo el cuartel, y de que el ejército romano fue toda su vida. Precisamente, en el momento en que Aureliano se incorporaba a filas, comenzaba el periodo más caótico de la historia romana, un periodo llamado de anarquía militar, donde los emperadores eran proclamados, depuestos y asesinados por los soldados, que en estado de perpetua guerra civil, desangraron el Estado romano hasta el punto de dividirlo y de quedar hostigado por doquier. Desde la muerte del emperador Alejandro Severo en el año 235, sus sucesores no solían durar en el cargo más de unos pocos meses, o a lo sumo unos breves años, y todos encontraban un final violento, la mayor parte del tiempo a manos de sus propias tropas. La verdad es que incluso un historiador experto se vuelve loco teniendo que recordar los nombres y la cronología de todos los emperadores romanos que se fueron alternando en los siguientes 50 años.

Es en medio de esta caótica experiencia donde se formó Aureliano. Debió de marcarle profundamente ver cómo el mundo romano se iba desintegrando y la disciplina militar desapareciendo, gracias a las generosas dádivas que los usurpadores iban otorgando para comprar la lealtad de los ejércitos. Aureliano era un hombre físicamente muy fuerte, poseía un magnifico dominio de la espada por lo que se gano el mote de "manus ad ferrum" que significa mano sobre la espada (aunque hay autores que no defienden la literalidad del nombre), también era un hombre honrado e inteligente y sobre todo tenía una voluntad inquebrantable. Sin embargo no fue un visionario como Diocleciano, ni un reformador, sus ideas políticas eran las de un militar, es decir, autoritarias, conservadoras, pragmáticas y a menudo insensibles e inconciliables con las posturas de otros.

Su ascenso al poder comenzó bajo el mandato del emperador Galieno. Por entonces Aureliano ostentaba el grado de general de caballería, un cargo importante, gozando de fama de buen estratega a parte de haberse ganado el respeto de los soldados que comandaba. Por desgracia para Galieno, no le brindaban el mismo amor a su emperador, y en el transcurso de una revuelta, se organizó un complot que tuvo éxito y que acabó con su vida. Se discute la participación del alto mando y de Aureliano en todo esto, pero parece difícil que un hombre de su posición no estuviese enterado. Pese a todo aun no era su momento y el ejército proclamó como nuevo emperador a Claudio II, el primero de los emperadores ilirios, pues a parte de ser el superior de Aureliano, también era su compatriota.

Claudio era un hombre capaz a la vez que buen general, y a penas ceñida la corona solo tuvo ocasión de tomar dos decisiones durante su reinado, la primera ascender a Aureliano al puesto de Magister Equitum, o comandante supremo de la caballería y en la práctica su mano derecha, y la segunda la de salir en campaña contra los godos que llevaban años haciendo correrías por Dacia y Tracia, a los que sin no pocas dificultades venció en una gran batalla ganándose el título de "gótico". Desafortunadamente no pudo disfrutar de las mieles de la victoria, ya que un rebrote de la peste en el año 270 puso fin a su vida y resulta obvio hacia donde miró el ejército en esta hora de dificultad. Efectivamente Aureliano era con creces la mejor esperanza del maltrecho imperio y tras un corto periodo de inestabilidad, regresó a Roma donde fue proclamado Augusto.

Ahora que ya nos situamos en la entronización de Aureliano, es hora de detallar la situación a la que tenía que hacer frente. Bajo el desastroso gobierno de Galieno, el imperio romano no solo se veía acosado por los enemigos externos (germanos y persas) sino que se había dividido en 3 partes. Por un lado, en la Galia, un general rebelde llamado Póstumo se hizo con el control de casi todas las provincias occidentales y durante 15 años lo dirigió como un Estado independiente y autónomo, aunque siguiese siendo parte del mundo romano. En el este había pasado algo peor si cabe. Zenobia, reina de Palmira, (una poderosa ciudad de la provincia de Siria), tras el debilitamiento de la autoridad central debido a las innumerables guerras civiles, había decidido hacerse con el control, y coronó a su joven hijo emperador, a la vez que se anexionaba Egipto y casi todo el oriente. Así pues a Aureliano solo le quedaba la franja central, es decir Italia, África y los balcanes.


A la vista de esta situación, lo primero que se propuso fue asegurar su parte del pastel, y marchó a los Alpes, donde masacró a todas las tribus de germanos que aun seguían acosando al imperio. Inmediatamente después decidió que era la hora de acabar de una vez por todas con los usurpadores Galos. A la sazón Póstumo estaba ya muerto y su lugar era ocupado por Tétrico, un hombre bastante gris en todos los sentidos. No le fue difícil a Aureliano someterlo tras algunas refriegas, y reincorporar Europa al dominio de Roma, lo que aumentó considerablemente su poder y sus recursos, aunque también sus problemas.

Pese a estos éxitos, aun quedaba lo más peligroso, vencer a Zenobía. Ésta, a sido a menudo compara con Cleopatra por su belleza e inteligencia, poseedora de una ambición inmensa así como los medios suficientes para satisfacerla. Por un lado contaba con una parte del ejercito regular romano, por otra, le adhirió un elemento nuevo, los catraphactos, caballería pesada revestida completamente con una armadura compuesta, muy resistente y versatil que los hacía temibles. Con estas fuerzas en su contra, iba a resultar complicada la tarea y es ahora donde el emperador iba a tener que mostrar toda su fuerza y su capacidad, siendo consciente de que para alguien de su posición en el siglo III, la derrota suponía ser asesinado por sus propios hombres, lo que no le dejaba mucho margen de actuación, cumpliéndose aquello de vencer o morir.

A Aureliano le acompañaba un ejército considerable, unos 100.000 hombres curtidos por las recientes batallas. El primer encuentro importante con las fuerzas de Zenobia, se produjo en la ciudad de Antioquía, la puerta hacia Siria. No fue un momento agradable por que la caballería de Palmira superó a la romana, sin embargo los legionarios de Aureliano se mantuvieron firmes y se hicieron con el campo pese al revés sufrido.Tras asegurarse la provincia y cortar a Zenobia de sus demás posesiones orientales, puso al fin sitio a la ciudad, aunque no duró mucho, pues viéndose ya perdida, la reina huyó en dirección a Pérsia, aunque a su pesar fue capturada poco antes de cruzar el Éufrates. Con este tremendo éxito Aureliano, manus ad ferrum, volvía a unificar el mediterraneo bajo el cetro de Roma, poniendo fin a una crisis que pudo perfectamente haber acabado con el Imperio Romano 200 años antes de su cruel final.

Hay que comprender en profundidad la gravedad de la situación a la que Aureliano y el mundo romano se enfrentaron. Un imperio dividido en tres partes, un alud de tribus germánicas asaltando las fronteras, la moneda en una espiral de deflación, las ciudades en ruinas, la peste causando estragos entre la población y los ejércitos devastados en guerras intestinas. Frente a este panorama muchos romanos, el emperador incluido, se sintieron castigados por los dioses, abandonados a su suerte, por eso una de las primeras cosas que hizo Aureliano una vez reunificado el imperio fue consagrarse a un nuevo dios que él mismo creó,y del que se hizo una especie de profeta, el sol invicto, un sincretismo religioso entre las antiguas deidades greco-orientales y el nuevo monoteísmo cristiano cada vez más presente en la sociedad, que junto a la filosofía neoplatónica, buscaban en última instancia la simplificación de las creencias preexistentes en busca de un creador y un fin último que pese a sus múltiples manifestaciones fuera origen de todas las cosas. En esta época el neoplatonismo y el cristianismo se retroalimentan al mismo nivel que se combaten, lo que ideológicamente no benefició en nada al imperio y peor, acabó en persecuciones y matanzas de toda clase.


De vuelta en Roma en el año 274, tras solo cuatro años de reinado, Aureliano volvía con toda la gloria de quien ha devuelto a la urbe a su legítima posición, y por ello el senado le otorgó el título de "Restitutor Orbis", restaurador del mundo, lo que me recuerda mucho al caso de Mario, que tras salvar a Roma fue nombrado Segundo Camilo, o tercer fundador de la ciudad, lo que de algún modo hace de Aureliano el cuarto.También volvió con un considerable botín, con el que financió un triunfo tremendo en el que exibió a Tétrico y a Zenobia cubiertos de cadenas como muestra palpable de su victoria. Aunque una muestra más de su confianza en sí mismo y de la contundencia de su victoria fue el hecho de que perdonó la vida de ámbos y les permitió incluso vivir en una relativa libertad. Sin embargo y pese a tantos éxitos, ahora le tocaba afrontar una tarea si cabe más compleja que la anterior, la de gobernar y reformar el imperio.

A parte de la reforma religiosa que vimos antes, otra de las cosas que emprendió este infatigable hombre fue la reforma de la administración y un intento de centralización del poder, limitando así la capacidad de posibles usurpadores. No me cabe duda que Diocleciano le conoció y sin duda debió de sentirse muy impresionado por el temperamento y las ideas de Aureliano. En definitiva quería dejar la apariencia de cumplimiento de las viejas formas que caracterizaba al principado y sustituirlo por un sistema más autocrático y eficiente, es decir, acabar con las décadas de anarquía política. Por otro lado también empezó a entender que el ejército romano estaba demasiado débil para defender las fronteras y le cedió la provincia de Dacia a los godos, a la vez que ordenó amurallarse a todas las ciudades del imperio.

Esta fue una medida trascendental para Europa, pues es el mejor indicador de que la pax romana se desvanecía y de que la era de los castillos y las ciudades fortificadas de la Edad Media comenzaba a cobrar forma. Con esta medida incluso la propia Roma se amuralló, algo que hasta entonces nunca hizo falta, pues más que el las piedras, el imperio siempre dependió de un brazo fuerte y del valor como mejor defensa.Una vez atendidas las más acuciantes necesidades defensivas del imperio, la siguiente batalla iba a ser contra la corrupción, contra la que Aureliano tomo una serie de medidas contundentes que le granjearon el odio de no pocos perjudicados, entre ellos los pretorianos. 

Aunque las amenazas más graves estaban momentáneamente apaciguadas, aun había un peligro que asomaba por el este en la forma del imperio persa sasánida, siempre presto a aprovechar las debilidades de los romanos para anexionarse algún que otro territorio, cosa que Aureliano no iba a consentir. Así que marchó al frente de sus tropas para hacer aquello que mejor se le daba, la guerra. Lamentablemente, el destino no iba a estar esta vez de su parte, y al igual que todos sus predecesores antes que él, fue víctima de un oscuro complot que acabó con su vida en su quinto año de reinado.

No sabemos ni quien lo instigó ni el por qué, ya que Aureliano era un hombre muy popular y victorioso en el combate. Algunas fuentes hablan de un secretario del emperador como el promotor del asesinato, aunque no se puede confirmar. Lo que sí es cierto, es que Roma perdió a un hombre al que le tocó vivir en una época muy complicada, pero que estuvo a la altura. Diocleciano proseguiría su obra política 10 años más tarde y el imperio vería cómo la estabilidad se recuperaría relativamente bien.

No fue un Julio César, ni tuvo tiempo de convertirse en un gran soberano, pero salvó al Imperio romano tanto de sí mismo como de los demás, y para un emperador, no puede haber mejor epitafio.
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7 de mayo de 2014

Técnicas modernas de determinación histórica

Durante mucho tiempo, prácticamente el único método que existía para fechar hechos, objetos y lugares, era la arqueología y su contraste minucioso con las fuentes de la época. Especialmente en el siglo XIX, esta tuvo su época dorada y quienes la practicaban, aun utilizando técnicas bastante rudimentarias, consiguieron maravillas en Grecia o en Egipto. Es muy llamativo el caso de Schlieman, que con una pala y un puñado de obreros y usando la ilíada como mapa, encontró las ruinas de Troya.

Afortunadamente, hoy los investigadores y los historiadores a parte de valerse de la arqueología moderna, mucho más precisa (yo he visto a egiptólogos escribir libros enteros solo con estudiar un trozo de cerámica) utilizan muchos otros métodos y ciencias aplicadas para poder datar mejor y comprender los hitos pasados y la magnitud del devenir de los tiempos. Así que me he propuesto desvelar algunos de los principales complementos que puede usar el erudito que desee profundizar más en el estudio de una época.

En primer lugar y sin salirnos aun de la esfera de la arqueología, esta ha evolucionado de forma ramificada, especializándose cada vez más en subtipos concretos. Dos de los más recientes y de los que más hemos aprendido son la arqueología marina y la arqueología aérea. La marina no plantéa grandes interrogantes, pues solo por el nombre podemos deducir que se ocupa del análisis de los restos hallados en el mar, aunque técnicamente se requiere una gran cantidad de medios y de dinero para llegar hasta ellos (buzos, barcos, ingenieros, remolques y hasta submarinos). La arqueología aérea es un fenómeno aun más reciente y bastante más inusual que el anterior. Consiste en que una serie de expertos vuelan a baja altura realizando un reconocimiento del terreno y determinando la ubicación de ciertos lugares a base de identificar marcas en la tierra que solo pueden verse a cierta distancia. Algo fascinante.

Después tenemos otra de las formas tradicionales que junto a la arqueología han servido como complemento al historiador, la numismática, o estudio de las monedas. Los expertos en esta disciplina son capaces de averiguar grandes cosas analizando la composición metalúrgica de las monedas, su forma de acuñación y por supuesto gracias a las inscripciones, los dibujos y los símbolos  que las salpican, que a parte de artísticos pueden llegar a corroborar hechos conmemorativos o autentificar la existencia de algún personaje que de otro modo no conocido salvo por las leyendas. También debemos mencionar la epigrafía, que es el estudio de las inscripciones en piedra, y que junto con la numismática han sido las manos derecha e izquierda del historiador tradicional.

Siguiendo nuestro recorrido, en los últimos 40 años ha aparecido un fenómeno llamado recreación histórica. Quienes la practican, a menudo historiadores o aficionados apasionados, se visten de la época que pretenden recrear (como por ejemplo de legionarios romanos), y se dedican a hacer actividades propias de los originales de la forma más realista posible. Así se puede comprobar la efectividad de las formaciones militares, la movilidad y el peso de la armadura, el tiempo que se tarda en construir fortificaciones y sumergirse psicológicamente en otro mundo para facilitar su comprensión.

Gracias a la recreación se han podido contrastar fuentes y ver cuales son las más veraces y cuales exageran abiertamente, por que si Julio César dice que tardó 2 meses en construir 60 km de empalizadas alrededor de una ciudad, y luego un grupo de recreadores es capaz de hacerlo en más o menos las mismas circunstancias y con los mismos materiales, podemos suponer que realmente esta siendo fiel a la verdad. La parte negativa es que últimamente el tema ha degenerado bastante, y los recreadores son cada vez menos rigurosos, más parecidos a una fiesta de disfraces que a una verdadera experiencia práctica.

Tras todo lo anterior, que estaba estrechamente relacionado con la arqueología y la historia, nos vamos a encontrar una larga serie de disciplinas científicas aplicadas, muy útiles e incluso esenciales para promulgar nuevas teorías o corroborar nuestras hipótesis. Algunas de estas ciencias son la química, la vulcanología, la climatología y la dendrocronología.

El uso de la química a parte de servir para datar, recientemente a comenzado a ser utilizado para comprobar determinados sucesos tales como los envenenamientos. Cuando un autor nos relata que alguien murió habiéndose puesto de algún color sospechoso y cubierto de sarpullidos, puede esclarecerse mediante su comprobación en laboratorio si estos síntomas se pueden corresponder con la reacción hacia una sustancia determinada. Por su parte, la vulcanología es si cabe bastante más interesante por que como sugieren estudios recientes, la evololución de muchas especies, entre ellas la humana, está determinada por las erupciones volcánicas, capaces de alterar el clima de una forma radical y repentina con todas las consecuencias que nos podamos imaginar. Un ejemplo perfecto sería el de la erupción minoica del supervolcán de la isla de Santorini, en Grecia. Las fuentes y los arqueólogos siempre nos han hablado de que un oscuro desastre natural, un terremoto o un maremoto devastaron la isla de Creta y acabaron con la primera civilización que hubo en Europa. Sin embargo solo muy recientemente, gracias a avanzados estudios, ha sido posible reconstruir lo que pudo suceder y el impacto que la erupción de un volcán pudo haber tenido sobre las poblaciones aledañas, no solo tras la violenta sacudida inicial, sino tras un largo periodo de entre 50 y 100 años después. Tengamos en cuenta que la ceniza es capaz de bloquear la luz del sol e impedir que crezcan las cosechas. Incluso el mismísimo Napoleón sufrió el ceniciento castigo de la naturaleza al tener la mala suerte de que una erupción enorme en Indonesia causara que el invierno de 1814 fuera devastador para sus tropas en Rusia debido a que el clima se enfrió salvajemente.


Muy ligado a lo anterior esta la climatología. De hecho no hay que ser ningún filósofo para darse cuenta de la importancia que tiene para las personas el ambiente en el que viven y cómo repercute en nuestra cultura y en nuestra forma de vida. Los antiguos, sin ninguna de las comodidades que la tecnología nos brinda estaban mucho más expuestos y eran bastante vulnerables frente a cualquier cambio que se produjera. La otra faceta de esta ciencia aplicada es el inverso, es decir, la repercusión que en el clima tuvo la actividad humana. Para comprobarlo se han hecho expediciones a los casquetes polares y se han tomado muestras de hielo que contienen altas cantidades de plomo, fruto de la actividad industrial altoimperial romana de los siglos I y II, que no volvieron a repetirse hasta la llegada de la revolución industrial casi dos milenios después.

Por último, nos topamos con una ciencia que muy poca gente conoce, la dendrocronología, el estudio de los anillos de los árboles, que sirve para poder determinar su edad y la antiguedad de la madera. Esto nos resulta tremendamente útil como termómetro de nuestro pasado, pues al igual que el hielo, los árboles son muy sensibles y fosilizan en su interior cualquier cambio ambiental o agresión externa y nos da claros indicios de una actividad humana determinada. Además gracias a sus anillos, se puede datar con precisión milimétrica el cuando esta actividad pudo haberse llevado a cabo. Así que cuando veáis a alguien talando un árbol milenario, ya podéis recordar que están talando una parte de nuestro pasado (a parte del brutal atentado contra la naturaleza).

Aunque en este austero resumen no se agota ni de lejos la complejidad y los límites de este tema, ni tampoco he podido citar las innumerables ciencias aplicadas al respecto, sí hemos visto generalmente algunas de las más importantes, y al menos espero que haya servido para ilustrarnos un poco y poder entender que la ciencia moderna junto a gente inteligente, es capaz de encontrar múltiples formas nuevas para abordar el pasado y arrojarnos mayor luz sobre cosas ya olvidadas o que probablemente nunca supimos que existieran.


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5 de mayo de 2014

Consejos sobre cómo actuar ante el ataque de los germanos

Una breve guía de qué hacer si se produce una incursión en vuestro territorio, muy útil tanto si sois emperadores romanos del siglo III como si sois contribuyentes españoles y una partida de bárbaros cruza el Rin para haceros un ajuste presupuestario, (como se ve el gusto por saquear a los latinos es hereditario).

En primer lugar si veis que os atacan y cruzan el limes, pantalones arriba, no entréis en pánico y cedáis territorios o urbes sin resistencia, pues si los salvajes perciben debilidad y tienen éxito seguro que volverán al año siguiente bastante más envalentonados como hicieron los godos bajo los emperadores Decio y Claudio II.

Segundo, nunca jamás los invitéis a entrar en territorio romano en grandes grupos pues sentirán la necesidad de quedarse. Úselos como mercenarios (poco recomendable) pero mucho cuidado con aceptar a grandes grupos, ya vemos lo que sucedió en Adrianópolis.

En tercer lugar no debemos alejarlos regularmente con “sobrecitos”, la experiencia de marcómanos  y godos nos dice que son como los políticos, una vez que aceptan un sobre siempre quieren más y a la larga esto será desastroso. Recordemos lo que decía Furio Camilo de que la patria no se recupera con el oro sino con el hierro. Los sobornos o tributos solo posponen el problema si es que no lo agravan.

Cuarto; hay que mantenerse muy bien informado de lo que pasa al otro lado del limes y un buen gobernador debe tratar de saber de antemano lo que se puede esperar de sus vecinos. Si el ataque resulta imprevisible se debe reaccionar lo más rápido posible y frenar  la incursión con firmeza para dar ejemplo.

Quinto, si bien por un revés o bien por falta de recursos, el avance enemigo resulta imparable, hay que aprovechar el momento de la retirada, pues cargados de botín se dirigirán de vuelta a casa confiados, ese es el momento de atacar y de provocar la mayor matanza posible. Sin embargo es algo poco deseable, pues un buen gobernante debe garantizar la seguridad y no limitarse a dificultar las razzias como sucedía en el siglo IV en Galia y Britania, donde parcialmente se renunció a cubrir todo el territorio y el sistema defensivo consistía en contraofensivas limitadas.

Sexto, si todo lo anterior fracasa o bien aunque hayamos tenido éxito, es muy recomendable cruzar el limes e infringir severo castigo al enemigo por su osadía. Julio César era particularmente temido por dicho método, característico de los líderes más fuertes. Trajano, Marco Aurelio y Juliano lo practicaron con entusiasmo.

Y aunque sea una obviedad queda por decir que lo peor que se puede hacer es entrenar a los bárbaros o armarles ,pues como el pérfido Domiciano nos enseño, eso es una traición. Luego no os sorprendáis si Decébalo y compañía atacan pues las espadas no sirven para hacer calceta. De hecho el comercio de armas con los germanos estaba prohibido bajo pena de muerte aunque según las evidencias arqueológicas, la prohibición no tuvo éxito.

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Los peligrosos usurpadores de Britania

Desde la anexión de isla bajo el gobierno de Claudio, Britania fue siempre una región imperial muy militarizada, siendo junto con la provincia de Siria uno de los territorios donde había una mayor concentración de tropas. No hay que ser vidente para deducir las tentaciones de los generales romanos destacados allí para hacerse con el poder en periodos turbulentos y muchos aprovecharon la oportunidad aunque solo uno ganó la partida. Por ello voy a hacer un muy sucinto resumen de los más mismos:

Clodio Albino: El primero en ser proclamado emperador por las tropas britanas, fue un hombre fuerte e inteligente y el mayor rival de Septimio Severo con quien sostuvo una dura guerra civil que ya auguraba lo que iba a ser desastrosamente común en el siglo III. Según nos confirma el brillante Goldsworty, la batalla decisiva que sostuvo con Severo en la Galia y en la que perdió la vida, fue como corroboran las fuentes, una batalla inmensa tanto por la cantidad como por la calidad de los soldados. A partir de este momento el ejército romano va a entrar en decadencia.

Carausio: Uno de los hombres más singulares. Fue el comandante romano de la flotilla del canal de la mancha. En un momento dado en medio del caos reinante al principio del gobierno de Diocleciano se colocó la púrpura y comenzó a acuñar moneda haciéndose ver como un gran héroe popular britano. A diferencia de los demás usurpadores, no intentó expandirse y se contentó con gobernar la isla e ir repeliendo agresiones. Tras unos años en el poder fue Asesinado por un colaborador suyo que a su vez le sustituyo en el cargo y que fue rápidamente eliminado por Constancio Cloro. No puedo dejar de ver similitudes entre el caso de Carausio y el de Sertorio, ambos con idéntico final aunque en épocas muy distintas.

Constantino: El único que tuvo éxito y que en verdad consiguió gobernar  como emperador legítimo sobre todo el imperio romano. Tras la rebelión de Carausio, Diocleciano, viendo el peligro de las posibles usurpaciones en Britania, dividió el territorio de dos a cinco provincias con la intención de fragmentar el poder y la administración, pero como con tantas de sus medidas, estaban muy bien intencionadas y bien pensadas (en la teoría), pero su aplicación práctica era un desastre. Resultado: a su renuncia, el sistema político que ideó salto por los aires y el hijo de Constancio, Constantino, es aclamado César (luego Augusto) en York, tras lo que no tardó mucho en pasar a Galia e invadir Italia.

Magno Máximo: Responsable de la caída del emperador Graciano, abandonó la isla para poder controlar la mitad occidental del imperio, lo que consiguió efímeramente. Teodosio, el emperador de oriente acabó marchando contra él y aunque jamás tuvo el talento de su padre, sí que contaba con un tal general Estilicon, sin duda el mejor táctico de su época, que fue el verdadero artífice de la derrota  de Máximo. La principal repercusión que tuvo para los britanos fue el progresivo abandono de la autoridad imperial de las necesidades de la región.

Constantino III: El último, con él termina el dominio militar romano de Britania. En 406 los germanos acaban por derrumbar el limes del Rin y ante la ineptitud de Honorio, un nuevo caudillo se alza en Britania. Lo primero que hace es dejar Prácticamente desguarnecida toda la provincia y pasa a Galia desde donde afianza su posición y combate a las distintas tribus que allí se encuentran. Es una época muy oscura y es muy triste leer como se van disolviendo los restos del ejército romano ya reducido a poco más que a bandas compuestas por germanos y mercenarios. Tras algunos pequeños éxitos, cae frente a Constancio, uno de los esbirros de Honorio. De esta partida de soldados es de donde proviene aquella imagen del dolor de los britanos por su abandono y también dan comienzo las leyendas artúricas.


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