26 de febrero de 2013

La guardia pretoriana

Con el ascenso del principado romano y a pesar de cierto velo de legalidad, lo que se estaba instaurando era una dura dictadura militar. El protagonismo político quedó pues en manos de un solo hombre, Octavio Augusto, que asumió formalmente su título de emperador en el año 27 a.C. naciendo con ello para Roma no solo una nueva forma de entender el mundo, sino todo un universo que giraba en torno a su líder.

Para los romanos, cualquier aspecto de la vida tenia un sentido profético-místico y existía la firme creencia de que el destino del imperio estaba siempre ligado al del emperador, por lo que su persona era sagrada, a menudo deificada, dependiendo del carácter del César de turno si su seguridad personal era un objetivo esencial para mantenerse en el trono o algo accesorio ligado al cargo.

Generalmente triunfó la primera opción puesto que ya desde el comienzo, la figura del emperador ya fue objeto de complots y bastantes intentos de asesinato, sublevación y derrocamiento que el noventa y nueve por ciento de las veces acababa en un baño de sangre y en una tremenda represión subsiguiente, que generaba varios miles de muertos y en el peor de los casos una guerra civil, lo cual a la postre llevaría al imperio a la ruina.

Para evitar tal desgracia, el primer emperador, Augusto, creó una guardia personal de élite que fue bautizada como la guardia pretoriana. Estaba en principio formada por unos 1000 hombres, ciudadanos romanos todos ellos, provenientes de los mejores y más destacados soldados entre las legiones. Acuartelados en Roma, y al mando de un Prefecto llamado del Pretorio, tenían como misión fundamental la custodia y protección del emperador y su familia, aunque poco a poco fueron actuando como una verdadera fuerza de policía y también de escolta para altos cargos. También intervenían en batalla si eran requeridos, y de hecho participaron notablemente en las campañas de Trajano y Marco Aurelio contra dacios y germanos.

Al ser la única unidad militar que existía dentro de Italia, su lealtad resultaba esencial para que los emperadores conservaran el trono y la cabeza, por lo que una de las primeras acciones que hacían al alcanzar el poder era entregar una buena cantidad de dinero a los pretorianos a modo de soborno. Naturalmente su influencia política (sobre todo en temas de sucesión ) era inmensa y creció a la par que el número de sus miembros que paso a ser de los 1000 iniciales a unos 5000 a finales del s. II. lo que produjo una tensa relación con un senado que aspiraba a ser la institución decisiva y que por desgracia para los buenos senadores, nunca consiguió imponerse del todo.

Las condiciones de vida de sus miembros era mucho mejor que la de sus hermanos legionarios. Para empezar, cobraban 4 veces más que los soldados ordinarios(unos 4000 sextercios), los oficiales por supuesto mucho más, y el tiempo de servicio obligatorio que tenían que cumplir era menor : para un soldado normal era de 25 años, mientras que los pretorianos solo cumplían 16. Sin embargo la instrucción era igualmente dura e incluía entrenamiento diario, marchas y ejercicios con jabalina y espada. Usualmente, para el ingreso, era necesaria una carta de recomendación por parte de algún alto cargo civil o militar que pudiese avalar al aspirante a tan anhelados puestos.

El prefecto del Pretorio se consideraba el segundo en la jerarquía imperial detrás del emperador, al que asistía en todo tipo de cuestiones y que siempre procuraba poner a alguien de su total confianza en el cargo, aunque esto no impidió que siempre hubiera cierto temor entre él y su guardia. Calígula o Nerón se lo debían todo, y lo que es más, cimentaban por completo su poder sobre el temor que infundía su guardia. En un principio hubo 2 prefectos, pero uno de ellos fue siempre primus inter pares y conservaba una notable autoridad sobre el otro como corresponde a una cadena de mando militar.

Existía a la par una pequeña unidad de caballería de élite funcionando como un cuerpo a parte, llamados los equites singulari augusti, todos de una lealtad extrema al imperio y un código de conducta muy superior al de los soldados de infantería.

Durante el Alto Imperio y hasta la muerte de Cómodo, los Césares pudieron mantenerlos relativamente bajo control ya que su poder era fuerte, pero con la crisis política y las guerras civiles del siglo III, los pretorianos hicieron su agosto, y se volvieron prácticamente ingobernables, siendo pagados por todos los ambiciosos que querían alcanzar la púrpura imperial y matándolos enseguida cuando dejaban de hacerlo. Septimio Severo tuvo que entrar con sus legiones en la ciudad, rodearlos, desarmarlos y sustituirlos por sus propios soldados.

Para terminar con la situación de anarquía, el emperador Diocleciano sabia muy bien que lo primero que debía hacer era eliminar a la Guardia Pretoriana como "lobbie" de poder, y por ello abandonó Roma, estableciendo una capital alternativa en la ciudad de Nicomedia, a la que dotó a su vez de una nueva guardia imperial conocida como los Shcola Palatina. Esto a los pretorianos no les debió de gustar nada, por que si bien no consiguieron matar a Diocleciano, si que intentaron recuperar su poder coronando cuando este murió a un nuevo emperador : Majencio. Sin embargo la partida no les salio bien, ya que en el año 306, Majencio fue vencido y muerto en batalla por Constantino I, que no se hizo de rogar e inmediatamente le puso punto y final a los tres siglos de historia de la guardia disolviéndola definitivamente.

Desde luego no fueron un modelo de virtud, y causaron muchos más problemas que soluciones para el Imperio y sus emperadores, pero fueron soldados temibles que han pasado a la historia envueltos en cierto tinte legendario, e inmortalizados en la columna de Trajano permanecen seduciendo a la posteridad.


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23 de febrero de 2013

"Armas, Gérmes y Acero"

"Armas, gérmenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años" es un libro de investigación histórica escrito en 1997 por el profesor Jared Diamond. Diamond analiza el progreso de diferentes civilizaciones de todo el mundo y propone una explicación a la apariencia de que la cultura europea occidental, haya llegado a ser la predominante sobre las demás. Así, el libro intenta explicar, principalmente con base en factores biogeográficos, el por qué, los europeos gozaron de tal superioridad tecnológica y militar y de por qué, las enfermedades que aportaron los europeos (a las que se habían hecho resistentes), devastaron y diezmaron a las poblaciones conquistadas.

A parte del libro, que resulta una magnifica y detallada explicación científica de la relación evolutivo-histórica de los seres humanos con su entorno, se produjo un documental del 3 episodios que dejo a continuación y que sirve a modo de resumen del contenido principal del libro (que por cierto ganó el Pulitzer y que en la actualidad constituye una de las teorías más aceptadas por la comunidad histórico-científica,sobre todo, frente a las tradicionales y absurdas teorías racistas de los apologistas del colonialismo europeo de los siglos XIX y XX).



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21 de febrero de 2013

Atila, Rey de los hunos

Que le apoden a uno el azote de dios, ya deja da mucho de que hablar sobre ese alguien en cuestión. Desde luego Atila, es uno de los poquísimos seres humanos cuyo nombre se conoce en todo el mundo y al que inmediatamente se asocia un recuerdo de terror y destrucción y si esa fue la intención de Atila, lo consiguió plenamente. Aunque no consiguiera dominar el mundo entero, a él le pertenece la gloria de su tiempo y seguro que su alma descansa tranquila sabiendo que fue uno de los soberanos más poderosos de todos los tiempos. Así que comencemos por el principio:



Atila era uno de los dos hijos del rey huno Munzuck. Nació, al igual que su hermano en algún lugar de la estepa húngara, o Panonia como se llamaba entonces, a principios del s. V. Apenas aprendió a andar y como el resto de su pueblo, dejó a un lado las papillas y las remplazó por el manejo del arco huno, arma temible de obligatorio uso para todos los guerreros y que era ya famosa entre todos los pueblos al este del Danubio muy a su pesar. Como, príncipe que era, también disfrutó de la mejor educación posible en otras materias, que entre los hunos básicamente  consistía en la veneración de los dioses, montar a caballo hasta el punto de vivir a sus grupas y en mostrarse siempre muy feroz.

Los hunos eran un pueblo salvaje y turbulento superviviente de la vida más dura en las estepas rusas, nómadas por naturaleza, eran pastores-criadores de ovejas y caballos. No se sabía (y sigue sin saberse) muy bien de donde venían, pues no conocían la escritura y solo transmitían sus difusas leyendas de forma oral, pero su aspecto ya era terrorífico para los germanos que pensaban habían sido engendrados por brujas godas y fantasmas del norte. Por las crónicas que nos han quedado y las descripciones físicas, parece ser que eran de raza mongol, provinientes del noroeste de China, donde ya las habían hecho de todos los colores y dejado un rastro de varios cientos de miles de muertos.

Por algún motivo desconocido, que algunos historiadores atribuyen al clima, a finales del siglo IV migraron hacia Europa. Rápidamente, esto produjo un éxodo masivo de los germanos que vívían junto al Danubio hacía tierras romanas en busca de la protección del decadente pero aun sólido Imperio Romano. Los hunos ocuparon las regiones que hoy serían las actuales Hungría, Ucrania y Rumanía y comenzaron sus razzias o incursiones de saqueo contra todos sus vecinos, que poco a poco acabaron sometidos y fagocitados a la amalgama de lo que comenzaba a ser un poderoso reino.

Fue bajo estos éxitos, bajo los que el joven Atila se formó y bajo los que vió a su padre morir en una trifulca con una tribu rival. Ya había demostrado tener unas habilidades excepcionales de liderazgo y fama de buen guerrero, inteligente, valeroso y muy ambicioso, lo que le granjeó el favor de su tío, Rua, que a la muerte de Munzuck se convirtió en el nuevo rey y el odio de su hermano Bleda, con el que solo tenía en común la sangre y la crueldad.

Por aquel entonces, los hunos de Rua no constituían una nación en el sentido que hoy conocemos. Eran simplemente un grupo más o menos anárquico, sin ninguna residencia fija y solo preocupados por acrecentar su botín fruto del saqueo, que principalmente era obtenido a través del pago de enormes tributos, pues ya ni les hacía falta molestarse en atacar, incluso el mismo Imperio romano les pagaba varias toneladas de oro al año para mantenerlos contentos.

Debía ser pues Rua, un hombre tranquilo, pues tranquilo fue su reinado, mas al terminar, asesinado según cuentan, Atila no se quedó quieto. Una de las primeras cosas que hizo fue la de terminar con el cáos entre las distintas tribus hunas y gobernarlas con puño de hierro, para lo cual no escatimó el uso de la fuerza y empleó con generosidad la que sería su mejor arma : el miedo.

Una vez unificados, se propuso conducir a los hunos hacía botines más cuantiosos y los dirigió contra todas las tribus gemánicas de centroeuropa y el danubio, los godos, os gépidos, suevos, hérulos, rugios... todos sucumbieron ante "el azote" que sabía como utilizar su caballería para hostigar al enemigo con dardos y atraerlo a terrenos favorables para las emboscadas. Quizá Atila no fuera un estratega como César o Napoleón a nivel táctico, pero sabía como hacer las cosas. Después fundo una especie de capital para su imperio llamada Aetzelburg, que era poco más que un conglomerado de tiendas hechas con pieles todas juntas con una casucha de madera donde recibía los sobornos de los embajadores extranjeros.

Los historiadores antiguos destacaran que le movía su avaricia y su ansia insaciable de riquezas, sin embargo nosotros creemos entender el por qué. Los hunos asolaban los campos y destruían las ciudades. Prácticamente vivían para saquear, por lo cual un rey que quisiese conservar la corona y de paso la cabeza, debía de procurar botin a sus hombres, y tras los 20 años de gobierno de Rua, debían de estar especialmente ávidos.

Tras sus campañas en el este y en el norte, ahora Atila veía al Imperio Romano como su siguiente objetivo.
Los romanos estaban aterrorizados, y multiplicaron por diez el tributo que desde hacía tiempo pagaban a los hunos. Pero Atila quería atacar atacó. Se fijo enseguida en el Rico Imperio de Oriente que además era el que tenía más cerca, y asoló Tracia y el norte de Grecia. Llegó a las puertas de Constantinopla, pero carecía de maquinaria de asedio para murallas que envolvían la ciudad. El emperador de oriente Teodosio II, hizo que se retirar a cambio de una fuerte cantidad de oro. Naturalmente Atila se proponía volver, al año sigiente, pero algo ocurrió que hizo variar sus planes. La hermana del emperador de Occidente, Honoria, se hallaba recluida por su hermano en un monasterio, al parecer, debido a su lujuria, y para escapar de aquel infierno de castidad y clausura, no se le ocurrió otra forma mejor que enviarle en secreto una peligrosa propuesta de matrimonio al rey huno.


Atila aceptó, pero a cambio exigió como dote las mitad de occidente. Como previsiblemente sucedió el emperador Valentiniano se negó a dicho enlace y más aun a entregarle por las buenas su imperio a un bárbaro. Esto significaba la guerra, e iba a ser una en la cual el premio era el destino de Europa.

Corría el año 452, y Atila puso en marcha a su ejército, rumbo a la actual Francia que pretendía anexionarse. Intuía que sería una campaña especialmente complicada, por lo que reunió un ejercito enorme, pero muy heterogeneo, formado por un núcleo de caballería huna de élite, y el otro 90 por ciento restante por masas de guerreros de infantería germanos de las tribus conquistadas.

Sin embargo, el ejército romano enviado para hacerle frente no era muy diferente. En efecto, no debemos imaginarnos a la Roma del siglo V como la clásica de siglos anteriores. el Imperio de Occidente prácticamente comprendía solo a Italia. el resto estaba en poder de los invasores bárbaros que empujados por los hunos unos 50 años antes habían ido ocupando la mayoría de las provincias, y ya funcionaban de facto como reinos independientes de cualquier autoridad romana que hubiese quedado. Tampoco tenía ya Roma un ejército propiamente dicho. Más bien confiaba su defensa a mercenarios germanos que obedecían a sus propios caciques, ora francos, ora visigodos o burgundios, que se hacían pagar muy caros sus servicios.

El mismo comandante del ejército romano era de ascendencia goda. Se llamaba Flavio Aecio. Hijo de un noble, de pequeño fue rehén del los hunos de Rua, y era gran conocedor de los hunos y su forma de luchar.
De hecho a menudo los había utilizado como mercenarios combatiendo para los romanos.

Se llamó a Aecio el último romano, por su habilidad como general y por todos los servicios que prestó al imperio, al que sin duda salvó del colapso en más de una ocasión y cuya caída consiguió retrasar.

Los hunos habían llegado a la ciudad de Orleans en el sur de Francia tras su habitual procesión de muerte por los lugares que atravesaban y que sin duda contribuyó a crea aquel dicho de que no crecía la hierba por donde pisaba su caballo. Fue allí donde se encontraron con el ejército romano, que de romano solo tenía el nombre pues estaba casi todo formado por los visigodos de Teodorico junto los francos, burgundios y otras tribus del rey Meroveo.

Esta batalla tuvo lugar en una planicie cercana llamada Campos Catalaúnicos. Los cronistas de la época hacen eco de haber sido esta la mayor batalla nunca vista, hablan de inmensos ejércitos de cientos de miles de hombres luchando entre si, montañas de muertos y ríos de sangre. Una leyenda dice que los fantasmas de los muertos siguieron luchando durante días. Sin duda esto es exagerado y en su odio a los hunos cargaron un poco la mano para magnificar la victoria de los romanos, pero sea como fuere, Atila no pudo con la infantería enemiga, y pese ha haber acabado con cerca de 20.000 burgundios, sus bajas estuvieron a la par a lo que se sumaron problemas logísticos que le obligaron a retirarse.

Esto no le debió de sentar nada bien por que al año siguiente volvió a la carga e invadió el norte de Italia y no se detuvo hasta que llegó ante las mismas puertas de Roma. Dícese que se detuvo y no entro en la ciudad por que el papa León I salió crucifijo en mano a su encuentro y le conminó a volver a sus dominios a cambio de un tributo. Esa es al menos la versión que cuenta la iglesia, pero nadie esta seguro del por qué finalmente se retiró, justo antes de alcanzar su gran objetivo, así que solo podemos especular.

Poco después de su vuelta a Aetzelburg, decidió tomar una nueva esposa para su harén, y en su noche de bodas, sufrió una emorragia nasal y murió. Tenía unos 50 años.

Su pueblo tampoco le sobrevivió. A su muerte todas las tribus que había conquistado se rebelaron y los hunos no fueron capaces por primera u última vez de imponerse, en parte debido a su falta de un líder fuerte que pudiera reemplazar a Atila y en parte por aplastante superioridad numérica del mar de germanos que los circundaban. Al poco tiempo, desaparecen de Europa y se pierden de nuevo en las estepas. Fue el huno un imperio realmente efímero que no duró más allá de su creador y que tampoco dejó ninguna huella significativa, salvo quizá la que algunos estudiosos le atribuyen de haber sido uno de los factores decisivos precipitando la caída del Imperio romano occidental, que se produciría apenas 25 años después.

Dice Indro Montanelli que no sabe que deber le pudo encargar a Atila la providencia salvo el de demostrar precisamente  que la providencia no existe.


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16 de febrero de 2013

La muerte de Yugoslavia

En 1995, poco después del final de la guerra de la antigua Yugoslavia, la BBC produjo un documental, de tal calidad y tan revelador, que incluso fue utilizado como prueba en los juicios del Tribunal Penal Internacional. Este documental se titula la "La Muerte de Yugoslavia" y consta de una saga de 6 episodios que abarcan desde la muerte de Tito hasta casi el momento de la misma producción del documental.
Incluye entrevistas con sus principales protagonistas y material gráfico inedito hasta entonces. Creo que ofrece una perspectiva amplia y bastante acertada del conflicto, por lo que he recogido todos los episodios y los dejo aquí colgados en una lista de youtube para que se pueda ver sin interrupción. Los capítulos duran unos 50 minutos cada uno:

1- El nacionalismo.
2- Camino a la guerra.
3- Guerra de independencia.
4- Las puertas del infierno.
5- Una zona segura.
6- Paz a la americana.


             
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Lúculo : un conquistador de la República

Las fuentes antiguas no nos han dejado un retrato muy detallado de la infancia y la juventud de Lúculo, y pese a sus logros, hoy en día apenas es un personaje conocido salvo por sus extravagancias en la mesa, pero tampoco resulta sorprendente habiendole tocado vivir en el siglo de Julio César, de Pompeyo, de Sila o de Catón, por ello vamos a darle su merecido reconocimiento y a resaltar su huella en la historia de Roma, pues los territorios que él anexionó, quedarían bajo control del imperio hasta el año 1453, cuando Constantinopla fue tomada por los Turcos.


Lucio Licinio Lúculo nació en Roma sobre el año 118-119 a.C, en el seno de una de las familias nobles de Roma, y por tanto destinado a desempeñar cargos importantes en su futura carrera política. Sin embargo, pese a su aristocrática cuna, su padre había caído en desgracia durante su infancia, y toda la alta sociedad romana se divertía murmurando chismes sobre los amantes que se decía tenía su madre. En verdad no parecía este un comienzo muy prometedor, cuando estalló en Italia la llamada guerra social entre Roma y sus aliados italicos a los que la república, negaba la ciudadanía romana. El joven Lúculo que contaría con unos 20 años, curso sus estudios con provecho y bajo el mando de Lucio Cornelio Sila se distinguió como buen y valeroso soldado.

Unos años después siguió a este en la guerra civil contra Mario, consiguiendo sus buenos laureles y al partir Sila para Grecia en el año 87a.C., durante la primera guerra mitridática, le encargó el mando de la flota romana en el Ponto, donde Lúculo se reveló como un magnifico estratega derrotando a un enemigo muy superior, permitiendole a su mentor desembarcar su ejército en Asia Menor y forzar la rendición de Mitrídates VI rey del Ponto. De vuelta en Roma, con Sila convertido ya en dictador, Lúculo ascendió rápidamente alcanzado primero el rango de edil, inmediatamente después la pretura y por último el consulado en el año 74 a.C, cargos todos ellos para lo que demostró tener un talento y una competencia excepcional como administrador pese a no ser un personaje popular debido a su carácter oscuro y aristocrático, algo snob como se diría hoy.

Sin embargo, al ser uno de los antiguos favoritos del régimen dictatorial de Sila, corria el evidente riesgo de que su estrella política desapareciera con la retirada de su valedor. Por fortuna para él, Mitrídates había estado aprovechando el tiempo para el desquite con Roma, y su reino se le quedaba siempre demasiado pequeño para sus ambiciones, por lo que ya seguro de obtener la victoria y tras una cuidadosa preparación, invadió la provincia romana de Bitinia con grandes fuerzas y habiendo establecido una alianza con el rey de Armenia, Tigranes "el grande", que a la sazón era el más poderoso de los reyes del antiguo oriente helenístico,un gran soberano que tras ganar sus buenas guerras, transformó a la pequeña Armenia, poblada de pastores, en una belicosa y gran nación.

La respuesta no se hizo esperar. Lúculo fue enviado con la misión de acabar con el rebelde, cosa que hizo en una enorme campaña que le llevaría 8 años y que es conocida como la Tercera guerra mitridática (74-68 a.C.). Fue una ardua empresa, donde tras desembarcar en Bitinia, recuperó el control de la situación en poquísimo tiempo pese a encontrarse en inferioridad numérica persiguiendo y poniendo en fuga a Mitrídates, que se retiró de ciudad en ciudad hasta invadir su reino por completo. Por último le obligó a huir al vecino reino de Armenia, donde su yerno y aliado Tigranes le brindó su ayuda y se propuso restituirle en el trono. Lucúlo no se lo pensó dos veces, e invadió también Armenia, derrotando al ejército de Tigranes en la colosal batalla de tigranocerta. Allí marchó con unos 15.000 legionarios veteranos frente a 100.000 enemigos, los masacró y convirtió a esta una de las más brillantes victorias que conseguiría Roma en Oriente, a la vez que se convirtió en el primer general romano el llegar al Éufrates.

Naturalmente, Tigranes no tardo en rendirse y firmar la paz con los romanos, mientras el pobre Mitridates, ya sin cobijo, sin reino, y sin recursos, se retiró exiliado al Ponto Euxino. Pese a tales logros, esto no le bastó al ambicioso Lúculo, que impuso el dominio romano sobre toda Anatolia, redujo a Estado vasallo a la vencida Armenia, se anexionó el norte de Siria y ejerció un control ferreo sobre el nuevo territorio, instaurando una sólida administración y un buen sistema de recaudación de impuestos que hicieron de las nuevas provincias, una de las zonas más productivas para Roma.

Todos los reyezuelos, o ciudades que quisieron rebelarse, fueron inmediatamente suprimidos, la oposición aplastada e incluso parece ser que planeó la conquista del imperio parto. Sin embargo su suerte se había terminado, sus soldados nunca lo amaron y tras años de marchas y fatigas, combatiendo contra un enemigo que aparentemente no tenía fin, el ejército se amotinó, lo que impidió que concluyese su obra y que dió al Senado un pretexto para sustituirle en el mando, puesto que el éxito ajeno, siempre despierta la envidia y la sospecha de quienes no lo disfrutan y anhelan para si. Por lo que privado de merecida gloria, (aunque no de botín) fue cesado y obligado a volver a Roma, siendo relevado al mando de sus tropas por Pompeyo, que no se hizo de rogar y aprovechó bien la situación y las victorias de Lúculo para someter todo el Mediterraneo oriental (ni que decir tiene que estos dos hombres se odiaron, como casi todos los grandes protagonistas de la Roma del siglo de César).

Pese a todo, fue en su retiro cuando en verdad se hizo famoso, tanto para sus coetaneos como para la posteridad, pues de sus años de campañas volvió a casa con unas riquezas inmensas, fruto de los despojos del enemigo y tan cuantiosas como las de los reyes a quienes se la robó. Las aprovecho muy bien y sin tacañería en no privarse de nada. En primer lugar, se hizo construir varios gigantescos palacios ( uno para cada época del año), de un lujo a toda prueba, equipados con cientos y miles de sirvientes para atender todas sus necesidades y provistos de piscinas y lagos enteros de uso exclusivo. Después hizo reunir a los mejores cocineros y cheffs del momento, capaces de satisfacer cualquier gusto, y sobre todo su recientemente adquirida gran pasión: la comida.

Le gustase o no, pasó a la historia, como maestro y comensal de los más pantagruelicos y míticos banquetes imaginables, donde participaba lo más selecto de la clase alta romana y se degustaban platos más cáros, extravagantes y exquisitos. Debía de ser algo así como así como tener el Bulli en casa y a Ferran Adriá de esclavo en la cocina, por supuesto bajo el inmisericorde látigo y siempre listo para cualquier capricho de su amo, a cualquier hora del día o de la noche.

Fue por aquella época cuando empezaron a circular numerosas anécdotas y leyendas sobre la mesa de Lúculo, ya apodado "el glotón", siendo famosa aquella vez, que se dice obligó a sus esclavos a preparar un banquete para varias personas encontrándose solo y cuando estos le increparon extrañados de su actitud, este contestó que la razón es que... -"hoy Lúculo cena con Lúculo!".
Desgraciadamente nuestro protagonista no las sobrevivió mucho tiempo. En efecto murió ya viejo y enfermo (al parecer padecía algún tipo de demencia) en el 56 a.C. mientras Julio César se encontraba conquistando las Galias, y haciendo pequeños todos los triunfos de los demás, pasados, presentes y también futuros.

Pese a todos sus defectos y sus muchas más virtudes, Lúculo siempre sobresaldría como uno de los mejores y más brillantes generales de la historia, pero, como tan a menudo ocurre, acabó traicionado por la fortuna.
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Cicerón nos explica qué es la amistad

¿Alguien se ha preguntado alguna vez cómo definiría la amistad?, un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos podido experimentar a lo largo de nuestra vida, pero Cicerón en todo su genio, se atrevió a ir un paso más allá y analizar en forma de diálogo el concepto de amistad, en su obra "De lelio o de amicitia" (sobre la amistad) que por fortuna ha llegado hasta nosotros y que al leerla, nos recuerda fugazmente a las obras filosóficas de Platón y por supuesto es capaz de despertar en nuestro interior el deseo de saber y comprender y por supuesto de ofrecernos profundas revelaciones, por ello dejo unos fragmentos de la obra muy emotivos, que Cicerón escribió en su retiro, en su villa de Túsculo, como un monumento literario dedicado a su amigo Attico y compuesto en el año 44 antes de Cristo, siendo ya inminente el asesinato de Julio César :


"Pues la amistad no es otra cosa a no ser el acuerdo
de todas las cosas divinas y humanas con 
benevolencia y amor; ciertamente no sé si, 
exceptuada la sabiduría, algo mejor que esta se dio
al hombre por los dioses inmortales. Unos 
anteponen las riquezas, otros la buena salud, otros
el poder, otros los honores, muchos incluso los 
placeres. Esto último ciertamente es propio de las 
bestias, pero aquellas cosas anteriores son caducas e 
inciertas, puestas no tanto en nuestras 
determinaciones cuanto en la temeridad de la 
fortuna. Pero los que ponen el sumo bien en la 
virtud, ellos ciertamente hacen muy bien, pero esta 
misma virtud engendra y contiene la amistad y la 
amistad no puede existir sin la virtud de ningún 
modo(...)


Nada hay, en efecto, más amable que la virtud, nada
que incite más a amar, porque ciertamente amamos, 
de algún modo, a causa de la virtud y probidad 
también a aquellos que nunca vimos. ¿Quién hay 
que no mencione el recuerdo de C. Fabricio y M. 
Curio, a quienes nunca vio, con algún afecto y 
benevolencia? En cambio, ¿quién hay que no odie a 
Tarquinio el Soberbio, a Esp. Casio y a Esp. Melio?
Se combatió por el imperio en Italia con dos 
generales, Pirro y Aníbal; no tenemos los espíritus
demasiado alejados de uno a causa de su probidad, 
pero esta ciudad odiará siempre al otro a causa de 
su crueldad.(...)


Los que la desearon, se aplican y mueven más 
cerca, para disfrutar del trato y de las costumbres de 
aquel al que comenzaron a amar, y ser semejantes e
iguales en el amor, y más propensos a merecer bien 
que a reclamarlo, y esta honrosa competición se 
hace entre ellos. Así las máximas ventajas se 
cosecharán de la amistad, y el nacimiento de ella 
será más noble y más verdadero de la naturaleza 
que de la debilidad. Pues, si la utilidad conglutinara 
amistades, ella misma las disolvería, cambiada; mas
porque la naturaleza no puede mudarse, por eso las 
verdaderas amistades son sempiternas.(...)


Por un lado, la amistad contiene muchísimas y 
grandísimas ventajas, por otro supera ciertamente a
todas, porque hace brillar una buena esperanza para
el futuro y no permite que los espíritus se debiliten 
o decaigan. Pues quien contempla a un verdadero 
amigo, contempla como un retrato de sí mismo. En 
consecuencia, los ausentes están presentes y los 
necesitados tienen abundancia y los débiles están 
fuertes, y, lo que es más difícil de decir, los muertos 
viven; tan gran honor, recuerdo, añoranza de los 
amigos los sigue. Por esto la muerte de aquellos 
parece dichosa, la vida de éstos laudable. Y si 
quitaras de la naturaleza de las cosas la unión de la 
benevolencia, ni casa alguna, ni ciudad podría 
mantenerse en pie, ni siquiera el cultivo del campo
permanecería. Si esto se comprende menos, puede 
percibirse cuán grande es la fuerza de la amistad y
de la concordia por las disensiones y por las discordias, 
Pues ¿qué casa es tan estable, qué 
ciudad tan firme que no pueda ser derribada desde 
los cimientos por los odios y divisiones? A partir de 
esto puede juzgarse cuánto bien hay en la amistad.(...)


Así pues, sanciónese esta como la primera ley de la
amistad: que pidamos de los amigos cosas honestas, 
que hagamos cosas honestas a causa de los amigos, 
que ni siquiera esperemos hasta que seamos 
rogados; que esté presente siempre el afán, ausente
la lentitud; que osemos, ciertamente, dar consejo 
libremente. Que valga muchísimo en la amistad la 
autoridad de los amigos que aconsejan bien, y ésta 
se emplee para amonestar no sólo abiertamente sino 
también duramente, si la cosa lo pide, y se 
obedezca a la autoridad admitida.

Pues opino que algunas cosas admirables agradaron 
a algunos, que oigo que fueron considerados sabios 
en Grecia, (pero nada hay que ellos no persigan con
sus argucias): por una parte, que las excesivas 
amistades deben ser rehuidas, para que no sea 
necesario que uno esté solícito por muchos; que 
cada uno tiene bastante y de sobra con sus cosas 
propias; que es molesto implicarse demasiado con 
las otras ajenas; que es lo más cómodo tener las 
riendas de la amistad lo más flojas posible, para que 
o las recojas, cuando quieras, o las sueltes; que la 
seguridad, en efecto, es lo principal para vivir bien,
de la que el  espíritu no puede disfrutar, si uno en 
cierto modo está de parto por muchos.(...)

Estas cosas tuve que decir de la amistad. Pero os 
exhorto a que coloquéis de tal modo la virtud, sin la 
que la amistad no puede existir, que, exceptuada 
esta, nada consideréis más excelente que la amistad."





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Esparta, Código de honor

Aquí dejo dos documentales sobre Esparta. Son una saga titulada "código de honor" y "mareas de guerra",
nombres imponentes pero muy acordes para esta temática. Vamos a ver la implacable educación de los espartanos, su rígida y disciplinada sociedad y por último su  posterior momento de gloria en las famosas Termópilas, así como toda la guerra del Peloponeso, sin duda grandioso :

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