4 de diciembre de 2009

Unas cartas desde Stalingrado

Unos hermosos testimonios que encontré hace algún tiempo en internet, aunque relativamente fidedignos, si que son emocionalmente muy reveladores y ese es el motivo por que quiero compartirlos:


Carta 1:

En Stalingrado, cuestionarse a Dios significa renunciar a Él. Querido padre, debo decírselo, y estoy doblemente arrepentido por ello. Usted me sacó adelante, no tuve madre, y siempre mantuvo a Dios ante mis ojos y mi corazón. Y yo reitero doblemente mis palabras, pues van a ser las últimas. Después de ellas no voy a poder pronunciar otras que puedan remediarlas o disculparlas. Usted es sacerdote, padre. En la última carta que uno escribe, únicamente dice la verdad o lo que cree que es la verdad. He buscado a Dios en cada crater de obús, en cada casa destruida, en cada esquina, entre mis camaradas cuando estoy en mi trinchera, y en el cielo. Dios no se mostró cuando mi corazón le gritaba. Las casas fueron destruidas. Mis camaradas fueron tan valientes o cobardes como yo. La ira y el asesinato estaban en la tierra. Bombas y fuego caían del cielo. Pero Dios no estaba ahí. No, padre, Dios no existe. Se lo escribo otra vez, y sé que es terrible, y que no puedo remediarlo. Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañir de las campanas y en el olor a incienso. Pero no en Stalingrado.

Carta 2:

El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creimos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en que otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandoname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.


En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aisles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre. Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.

Carta 3:

Tenía que haber muerto en tres ocasiones, pero habría sido repentinamente, sin estar preparado para ello. Ahora es diferente. Desde esta mañana sé como están las cosas; y ya que me siento liberado, quiero que tu también te liberes de la aprensión y la incertidumbre. Me quede atónito cuando ví el mapa. Estamos totalmente solos, sin ayuda del exterior. Hitler nos ha dejado en la estacada. Si el aeródromo continúa en nuestro poder, puede que esta carta aún salga. Nuestra posición está al norte de la ciudad. Los hombres de mi batería sospechan algo, pero no lo saben tan seguro como yo. Hannes y yo no nos rendiremos; ayer, después de que nuestra infantería retomara una posición, vi cuatro hombres que habían sido hechos prisioneros por los rusos. Así que esto parece el final. No, no caeremos en cautividad. Cuando Estalingrado haya caído, sabrás que no volveré.

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