19 de marzo de 2011

Enemigos del Imperio Romano: eslavos y ávaros

Los eslavos, antes conocidos por el nombre de vénetos, eran tribus sedentarias que hasta el s.VI habitaban las tierras situadas al norte de los Cárpatos, pero debido a las constantes incursiones provenientes de las estepas asiáticas se vieron obligados a migrar, ocupando casi la totalidad del este de Europa.

Se pueden diferenciar tres grandes grupos:
  • Eslavos orientales: severianos, volinios y polianos, entre otros. Ocuparon las regiones entre las llanuras ucranianas hasta el río Moscova.
  • Eslavos occidentales: checos, moravos, polacos y pomeranios. Se instalaron entre el Danubio al sur, el Vístula al este, el Elba al oeste y el mar Báltico al norte.
  • Eslavos meridionales: croatas, serbios, eslovenos y los eslavos que posteriormente se unirían a los búlgaros para fundar el Reino de Bulgaria se establecieron en la Península de los Balcanes.
Por lo general habitaban zonas situadas cerca de ríos, llanos y bosques. Se dedicaban a la agricultura, la ganadería, la caza y a la recolección de frutas, bayas, hongos y miel. Se caracterizaban por tener unos cuerpos esbeltos, ojos claros, cabello rubio y por vestir normalmente de blanco. Dada su forma de vida, no eran extremadamente belicosos a diferencia de los pueblos nómadas que a menudo invadían sus tierras en busca de botín. Es por eso que fueron presa fácil para los ávaros, pueblo nómada que se estableció en las tierras al norte del Danubio y Panonia, avasallando a la población eslava allí asentada.

Los amos ávaros, a pesar de ser minoría, supieron mantener a las diversas tribus eslavas dentro de sus dominios bajo control, pero se trataba de un control basado en el poder militar y la opresión. El papel de los eslavos se limitaba a trabajar las tierras, pagar tributos y acudir al campo de batalla si así lo requerían sus señores, mientras que los ávaros se dedicaban exclusivamente a la guerra.

Al principio supusieron una gran amenaza para Bizancio, de hecho forjaron una alianza con los persas sasánidas y llegaron a sitiar Constantinopla en el año 626 con unos 100.000 efectivos, pero al igual que otros antes que ellos, no pudieron atravesar las imponentes murallas de la capital del Imperio y se vieron obligados a retirarse. Algunas de las tribus eslavas vieron en esta derrota una ocasión idónea para levantarse en armas contra el férreo yugo de los ávaros, liderados por un comerciante merovingio llamado Samo, a quien nombraron caudillo por sus distinguidas habilidades en combate, fundando así uno de los primeros estados eslavos de los que se tiene constancia con capital en Wogatisburgo: el Reino de Samo. El poder de este nuevo estado se consolido tras su victoria contra los ejércitos merovingios de Dagoberto en el año 631 y se convirtió en una potencia importante de la región.

Mientras tanto, el poder militar de los ávaros fue mermando poco a poco debido a una serie de campañas más o menos fructuosas contra francos y lombardos. Su sistema de gobierno basado en la opresión militar no podía mantenerse y cada vez tenían que sofocar más revueltas internas por parte de la población eslava.
En el año 783, Carlomagno citó por segunda vez al Duque de Baviera, Tasilón III, para que éste le prestara juramento de vasallaje. Sin embargo, Tasilón se negó y se alió con sus vecinos ávaros contra el Emperador del Imperio Carolingio. Carlomagno sometió y capturó al duque de Baviera, pero todavía le quedaba enfrentarse a las huestes ávaras que campaban a placer al este de Baviera. Los primeros ataques ávaros fueron contundentes y veloces, invadieron territorios en el norte de Italia y se hicieron con mucho botín, pero fueron detenidos en Baviera y paulatinamente empujados hacia las orillas del Danubio por las tropas imperiales.

El Khan ávaro intentó llegar a un acuerdo con el Emperador de Occidente, pero este demando la anexión de muchos territorios al Imperio Carolíngio, lo cual acercaba demasiado a los francos al centro neurálgico del Khanato ávaro: la llanura de Panonia. Por ello lo ávaros empezaron a concentrar la mayor parte de sus tropas junto al río Enns, disponiéndose a enfrentar al enemigo. El Khanato confiaba la protección de sus fronteras a nueve fortalezas estratégicamente situadas, llamadas Rings, que las tropas imperiales tenían que salvar antes de adentrarse en territorio enemigo para garantizar la seguridad de sus rutas de abastecimiento y comunicación. La estrategia franca consistía en atacar la frontera enemiga simultáneamente con varias divisiones del ejército desde distintas direcciones. En el año 791, el irremisible avance de sus ejércitos obligó al Khan ávaro a adoptar la desesperada estrategia de la tierra quemada, que desbarató el plan de ataque de los invasores y les obligó a posponer su campaña debido a la falta de suministros, al inminente invierno y a las enfermedades que azotaban a las tropas.

Durante dos años el emperador urdió concienzudamente un sofisticado plan de ataque para no volver a cometer los errores del pasado y asegurarse así la victoria definitiva sobre sus enemigos. Las querellas internas entre los dirigentes ávaros llevaron a su desunión hasta tal punto que uno de ellos, conocido por el nombre de Tudun, decidió unirse al bando de los francos en el año 795. Un año más tarde el Khan cayó asesinado. Sin la autoridad unitaria del Khan el territorio ávaro quedó fragmentado y considerablemente debilitado. La capital ávara fue tomada en el año 796 por el Duque de Friul y metódicamente saqueada al año siguiente por Pipino. La sumisión de los ávaros en los territorios hasta las orillas del Danubio fue completa. El resto del territorio desde los Cárpatos hasta el río Tizsa fue rápidamente conquistado por los búlgaros liderados por el Zar Krum. En la pequeña franja entre el Danubio y el Tizsa se produjeron una serie de revueltas sangrientas que tuvieron que ser sofocadas por el propio Emperador de Occidente.



Los pocos supervivientes ávaros que habitaban aquellas tierras eran objeto de persecución por parte de los eslavos, así que se vieron obligados a pedir la protección del Imperio. Se asentaron en una pequeña región al norte de Panonia que se llamó Terra Avarorum, pero su perdición era ya inevitable. Las últimas menciones al pueblo de los ávaros datan del año 840. A partir de ese momento su nombre deja de aparecer en las crónicas de los historiadores europeos. Entre los eslavos, el dicho de «desaparecido como los ávaros» hace mención a la desaparición total y absoluta de un pueblo.

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