Una breve guía de qué hacer si se produce una incursión en
vuestro territorio, muy útil tanto si sois emperadores romanos del siglo III
como si sois contribuyentes españoles y una partida de bárbaros cruza el Rin
para haceros un ajuste presupuestario, (como se ve el gusto por saquear a los
latinos es hereditario).
En primer lugar si veis que os atacan y cruzan el limes,
pantalones arriba, no entréis en pánico y cedáis territorios o urbes sin
resistencia, pues si los salvajes perciben debilidad y tienen éxito seguro que
volverán al año siguiente bastante más envalentonados como hicieron los godos
bajo los emperadores Decio y Claudio II.
Segundo, nunca jamás los invitéis a entrar en territorio
romano en grandes grupos pues sentirán la necesidad de quedarse. Úselos como
mercenarios (poco recomendable) pero mucho cuidado con aceptar a grandes
grupos, ya vemos lo que sucedió en Adrianópolis.
En tercer lugar no debemos alejarlos regularmente con
“sobrecitos”, la experiencia de marcómanos
y godos nos dice que son como los políticos, una vez que aceptan un
sobre siempre quieren más y a la larga esto será desastroso. Recordemos lo que decía
Furio Camilo de que la patria no se recupera con el oro sino con el hierro. Los
sobornos o tributos solo posponen el problema si es que no lo agravan.
Cuarto; hay que mantenerse muy bien informado de lo que pasa
al otro lado del limes y un buen gobernador debe tratar de saber de antemano lo
que se puede esperar de sus vecinos. Si el ataque resulta imprevisible se debe
reaccionar lo más rápido posible y frenar
la incursión con firmeza para dar ejemplo.
Quinto, si bien por un revés o bien por falta de recursos,
el avance enemigo resulta imparable, hay que aprovechar el momento de la
retirada, pues cargados de botín se dirigirán de vuelta a casa confiados, ese
es el momento de atacar y de provocar la mayor matanza posible. Sin embargo es algo
poco deseable, pues un buen gobernante debe garantizar la seguridad y no
limitarse a dificultar las razzias como sucedía en el siglo IV en Galia y
Britania, donde parcialmente se renunció a cubrir todo el territorio y el
sistema defensivo consistía en contraofensivas limitadas.
Sexto, si todo lo anterior fracasa o bien aunque hayamos
tenido éxito, es muy recomendable cruzar el limes e infringir severo castigo al
enemigo por su osadía. Julio César era particularmente temido por dicho método,
característico de los líderes más fuertes. Trajano, Marco Aurelio y Juliano lo
practicaron con entusiasmo.
Y aunque sea una obviedad queda por decir que lo peor que se
puede hacer es entrenar a los bárbaros o armarles ,pues como el pérfido
Domiciano nos enseño, eso es una traición. Luego no os sorprendáis si Decébalo
y compañía atacan pues las espadas no sirven para hacer calceta. De hecho el
comercio de armas con los germanos estaba prohibido bajo pena de muerte aunque
según las evidencias arqueológicas, la prohibición no tuvo éxito.