17 de marzo de 2015

El final de la Antigüedad clásica

Desde hace tiempo, la historia y la historiografía coinciden en situar el año 476 como el momento en el que termina la época clásica y comienza la Edad Media. Pero debemos preguntarnos si es correcto situar de este modo esta barrera psicológica o hacer matices.
Es muy complicado encontrar características comunes al Mundo Antigüo de modo que podamos diferenciar y separar esta vasta época de otros periodos. Quizá la principal sea situar el centro de gravedad político, económico y cultural en torno al Mediterraneo (en Occidente claro) y a un cierto triunfo del Urbanismo sobre el nomadismo de forma más o menos universal. Me parece más sencillo detenernos a pensar en aquellas propias de la Alta Edad Media, ya que podemos identificarlas bastante mejor. Por ejemplo; la ascensión de las religiones monoteístas universales de masas, las guerras de religión, el auge del feudalismo en detrimento de los sistemas esclavistas, la dispersión de los centros de gravedad hacia el ejes Atlánticos o Arábigos entre otras. En definitiva, una ruptura casi completa de elementos culturales que habían sido comunes a la mayoría de pueblos indoeuropeos y semíticos durante siglos. Pero sobre todo la Edad Media supone una involución en muchos aspectos.
Siempre tendemos a pensar que la historia transcurre de modo más o menos progresivo (y progresista) y en ningún otro momento queda esto tan desmentido como en la brecha abierta en Europa desde el siglo V al XIII.
Sin embargo, y es a esto a lo que quiero referirme, ¿fue ese duro proceso algo que podamos fijar en un solo momento?¿es la caída de Rómulo Augusto y la devolución de las imágenes imperiales a León un buen punto y aparte?.
La mayoría de los historiadores lo han creído así durante mucho tiempo y al mismo tiempo y de forma casi contradictoria, admiten el renacer del Imperio de Oriente para acto seguido desvincularlo de su propia génesis.
Es sobre esta cuestión sobre la que debemos ponernos en guardia y hacia la que tenemos que dirigir nuestra reflexión y nuestra mirada, porque parece que nos han hecho olvidar que el Imperio Romano no termina en el año 476, es más, ni siquiera muta política o socialmente. Es cierto que se pierden la mayoría provincias occidentales y es exclusivamente para estos territorios para los que debemos considerar que ha comenzado un nuevo periodo, una era de cambio. Quizá el año 476 sea útil para fijar de una forma parcialmente homogénea estos acontecimientos, aunque facticamente ya hubiesen sucedido tiempo atrás (o progresivamente) como en el caso de Hispania, Panonia, Galia o Britania, alejadas del control imperial desde comienzos del siglo V, en época de las primeras invasiones.
¿Pero y qué pasa en otras partes?¿resulta correcto y necesario especializar tanto las cosas?. Yo creo que sí. Y por buenas razones además. Porque para empezar así le estaremos haciendo honor a la verdad, motor de tantas cosas buenas. Creo que tenemos que sacudirnos esa visión tan arraigada que tenemos del pasado sobre este tema y recordar las penas y las glorias de Constantinopla, de Justiniano y de Belisario. Tenemos que recordar que la mitad de Europa, Oriente y el Norte de África aún seguían formando parte de la civilización clásica durante todo el siglo VI, que hablaban latín y griego, que tan ponto un hombre podía vivir en Cartago como en Alejandría o Antioquía. De no ser tan anglo eurocéntricos, y si tuviéramos que elegir un momento concreto, hasta podríamos permitirnos el pensar que la Edad Antigüa no concluye hasta el final del Reinado del emperador Heráclio, a mediados del siglo VII.
En mi opinión son dos los hechos que ayudan a llevar hasta sus últimas consecuencias los procesos ya desencadenados en Europa occidental un par de siglos antes; la reorganización del Imperio hecha por el emperador Heráclio y la irrupción de los árabes.
Sobre lo primero ya ha habido mucho escrito, y baste con decir que los propios gobernantes romano orientales realmente quisieron dejar de serlo. Prefirieron dar paso a una reestructuración política y cultural más práctica, original, pero que rompía definitivamente con los restos del modelo precedente. La entrada de la cultura Islámica es aún si cabe un factor más contundente. Sustraidos el Norte de África y todo el próximo oriente, se termina con un milenio de cultura helénica, greco romana primero y greco oriental después y con la Pérsia sasánida.
Pese a todo, el trauma de la transición va a ser bastante más suave que en su vecina Europa eslavo-germánica y la herencia cultural y técnica tardará en marchitarse.
Sin embargo los intercambios y el comercio transmediterraneo se interrumpen y lo que otrora fuera una hermosa y cuidada gran avenida se bifurca en multitud de caminos, cada cual más estrecho que su predecesor.

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