A los historiadores romanos les gustaba mucho dedicar unas páginas a enumerar las virtudes y los vicios de aquellos sobre los que escribían, lo hizo Tácito, lo hizo Amiano, y ahora mucho más humildemente, me gustaría hacerlo a mí en la persona del emperador Adriano, pues opiniones hay para todos los gustos, pero lo que está claro es que durante su gobierno se invirtió la polaridad de la política exterior romana, de ofensiva a defensiva, lo que no pocos han interpretado como el principio del fin, la muerte de la esencia romana. Seguro que a muchos se nos hace la boca agua con este tema, pues la verdad es que a Adriano tradicionalmente se lo ama o se le odia. Quizá tuvo la mala suerte de estar a la sombra de un coloso como Trajano y la buena de haber podido gobernar en un momento de esplendor y prosperidad. Así que sin más preámbulos vamos a empezar enumerando sus virtudes:
- Adriano era un hombre inteligente y culto: Pocos gobernantes romanos estuvieron tan capacitados intelectualmente como el. A diferencia de Trajano, militar de pies a cabeza, Adriano recibió una educación óptima desde la infancia. Hablaba griego a la perfección y entendía mucho de filosofía, historia y literatura. También era arquitecto aficionado y astrólogo apasionado, tanto que llegó a predecir su propia muerte.
- Era un gobernante íntegro: Durante su mandato siempre tuvo muy presente la importancia de la posición que ocupaba y el papel que le tocaba representar. Existe una anécdota sobre una mujer que lo increpaba en la calle para que atendiera su petición a lo que Adriano molesto le respondió que no tenía tiempo y a su vez ella le replicó "¡pues deja de ser emperador!", tras lo cual reaccionó de inmediato y muy cortesmente se acercó para solucionar el problema de la mujer. Desde luego trató de gobernar bien y si la chusma de politicuchos de hoy tuviese las mismas buenas intenciones que Adriano tal vez hasta podríamos guardar la guillotina.
- Designó a buenos sucesores: Algo fundamental para la estabilidad. Adriano no tenía hijos ya que sus gustos sexuales eran bien conocidos e incluso voraces. De haber vivido hoy en dia lo podríamos encontrar el día del orgullo bailando medio en pelotas en lo alto de una carroza y agitando un látigo de cuero. Pero con látigo o sin él, reconoció en el jóven Marco Aurelio al optimus princeps y le pasó el cetro a un hombre respetable y moderado como Antonino.
Ahora veamos algunos de sus defectos:
- Realizó una controvertida política exterior: Hay multitud de autores modernos que justifican la decisión de Adriano de renunciar a nuevas conquistas en aras de la estabilidad y por motivos económicos, pero creo que esta gente olvida las palabras del inmortal Virgilio cuando dijo que la misión de Roma no es esculpir en piedra ni medir los astros sino conquistar y gobernar el mundo, pues ese es el sino de Roma y el papel que Júpiter rey del cielo, ha otorgado a los hijos de Eneas y Rómulo. Los romanos lo creían de todo corazón y su ejército era un ejército agresivo y con agresividad es la mejor forma de utilizarlo. Todo imperio deja de expandirse en algún momento, pero tal como estaba la situación geopolítica en el siglo segundo aun había bastantes buenos objetivos militares que hubieran asegurado mucho mejor las fronteras que construir muros. Buena prueba de ello es que solo una generación tras la muerte de Adriano el imperio se enfrentó a un monton de problemas en buena parte por culta de la política de repliege y pasividad. La mejor defensa es un buen ataque.
- Desperdició el legado militar de Trajano: Lo cierto es que Adriano temía a los militares. Nunca tuvo las dotes de Trajano y no se llevaba bien con los altos mandos por las purgas que realizó al comienzo de su reinado. Por este motivo renunció a aprovecharse de las decisivas victorias de Trajano sobre los partos alegando razónes logísticas. Tonterías. Los romanos podrían haber protegido perfectamente todo el creciente fertil y haberse asegurado los puntos de acceso de la ruta de la seda en vez de tener que enrriquecer a un reino hostil y rival. Probablemente los partos se hubieran reagrupado en las montañas iranias pero perdido sus núcleos urbanos y sus recursos agrícolas nunca hubiesen vuelto a ser el Estado organizado y poderoso que llegó a capturar a Valeriano un siglo después.
- Construyó el muro que lleva su nombre en Britania: esto más que un defecto es un error derivado de política exterior. Como muchas veces nos han recordado los ejemplo de otras partes, se llamen linea Maginot o Gran muralla china, los muros no valen para nada. Lo importante es poseer un brazo fuerte. En cualquier caso Adraino se ve que discrepaba pues mientras se divertía jugeteando con Antino, tenía a una buena cantidad de tropas construyendo un muro carísimo de escasa utilidad militar. Se pensó que el muro lo había construido Septimio Severo hasta que inscripciones en la piedra lo desmintieron. También se dice que el muro más que una utilidad defensiva era un obstáculo psicológico y tributario, lo cual me parece absurdo, pues los pictos poco tenían que exportar y de importar mejor no hablamos. Medio siglo antes Agricola estuvo a punto de doblegarlos por la espada. Adraino hubiera podido hacer lo mismo perfectamente invirtiendo lo mismo que se gastó en el dichoso muro, pero ya sabemos que no le gustaban los militares y quizá se viese incapaz de encabezar una campaña de envergadura. Los pictos se debieron de partirse de risa pues al poco de estar terminado empezaron a saltar el muro cual quinceañeros saltando la valla del instituto.
- Adriano era un hombre demasiado pasional: Sus relaciones con el senado eran malas y él les reprochaba a menudo su servilismo y su indolencia mientras que ellos le acusaban a él de descuidar las labores del gobierno para irse por ahí a escalar montañas en cuanto la urbe le estresaba lo más mínimo. También eran famosos sus amoríos y las depresiones que se agarraba cuando sus sentimientos no eran correspondidos. Los amantes de los culebrones estarían encantados.
- Era un hombre muy orgulloso y maniático: No admitía que se le hiciese sombra en nada. Le gustaba quedar el primero en prácticamente todo y cuando el bueno de Aplodoro de Damasco se burló de sus bocetos de arquitectura, el bueno de Apolodoro perdió la cabeza, moraleja: no critiques al jefe. Adiós Apolodoro.
En general ha pasado a la posteridad como un gran soberano pero salpicado de luces y sombras. Goldsworty dice al respecto que pese a los errores que haya podido cometer, dificilmente hubiera habido nadie que lo hiciese mejor y en esto yo al menos de doy la razón, pero lo que no perdono es su incapacidad de aprovechar al mejor ejército de todos los tiempos.